07 noviembre 2007

“LA VIDA ES COMO SI ME GOLPEASEN CON ELLA…”

Me va ganando el desgano en estas semanas de tedio y de té. Nada parece tener importancia, nada logra despertar mi atención, o casi nada. Como un animal que agoniza, mis ojos tienen el brillo turbio y mortecino que confiere el saber que aquél momento no querido esta por ocurrir. Si llegase ahora, no me inquietaría demasiado, solo, solo que tal vez partiría dejando algunos asuntos pendientes, unos negocios por resolver... En días como estos –grises, ríspidos, agostados y asfixiantes- para escapar de la monotonía y la repulsa al cual me engarruño, me dejo atrapar por las evocaciones de algunos paisajes que alguna vez habité. Lentamente, las imágenes se vuelven nítidas, mas profusas y llenas de vida, ya que rememoro con fruición los paisajes de mi infancia, aquellos años en los cuales fui intensamente feliz (no es que ahora sea un maldito desdichado, solo que tal vez mi capacidad de disfrute haya sufrido una merma por el paso de los años); atrapo minutos, fragmentos de felicidad que surgieron del regazo y de los brazos de mi madre, mujer cuyo amor inmensurable y primigenio disfruté como pocos; sus ojos, sus manos, su boca, eran fraguas y usinas de afecto y dulzura; la armonía de su voz y su ¡pero, hijos! son derroteros que aún hoy me contienen, son lazos que aun me atan a la vida y a sus embrollos....

Pero ahora, sin perseguirlo, partiré rumbo a otra digresión, a la posible causa del quebranto de mi demacrada atención –que por ahora no tiene cura-... Si bien es cierto que aún poseo una conciencia en franca ebullición, en motín extravagante, parecía que hasta hace poco nada estaba bien para Zita (permítanme hablarles de ella)... Ella siempre fue honesta, sin medias tintas, sin aspavientos. Para Zita se era o no revoltoso, se tenía o no conciencia social. Y lo mejor, es que lo expresaba de manera tan firme y convencida, y con cierto candor, que la hacía verse fatal.

-Me enseñaron a tomar siempre una decisión, Richard, no se debe andar con vueltas...
-Ya lo creo Zita, eres mágica y especial, recuerdo haberle dicho, mirándole a los ojos, cuando cierta tarde de otoño caía desangrándose bajo el tajo voraz de la noche; fue un encuentro oportuno, ya que después de conversar y beber varios tragos de fernet con coca cola, nos dimos unos besos antes de marcharnos del pub. Salimos a caminar... Caminabamos zigzagueando las calles, hablando de Miles Davis, Córtazar, Nureyev, De Chirico y Mariátegui, hablamos también de nosotros y de algunas cosas cotidianas. Tenía una mente vivaz, ágil, resuelta para relacionar ideas, y, su humor ácido fue lo que mas disfruté. La amé desde ese día. Zita, Zita... La amé por que tenía una fuerza interior que la volvía vigorosa, en contraste con la fragilidad de su contextura. A primera vista, no llamaba tanto la atención, a pesar de sus ojos encastrados como esmeraldas en su rostro y de sus labios que pendían como purpúreos lienzos de seda en su faz. Tuvo, y tendrá, cierto hechizo, y una apostura singular... “Después de conocerla nunca la olvidarás”, me dijo Renata, una amiga suya. ¡Y cuan cierto fue! No logré olvidarla, no podría... ¿Hace cuanto se marchó?…Pensé que los días, el áspero alcohol, los libros de mis anaqueles, los labios de otras mujeres, me ayudarían a aliviar el dolor que produjo su partida, esta dolencia intensísima que sin querer me legó, y unos vacíos imposibles de llenar... No la he olvidado, no... Ya no podremos deambular en las verdes campiñas de Huánuco del cual siempre hablábamos, ya no podremos caminar juntos sus callecitas angostas pobladas de tradición y melancolía que ella prometió conocer, ya no oficiaré de cicerone en las ruinas de Shillacoto, de Kotosh, de Garú, o en la casa de la Perricholi... Ya no será posible comer locro de gallina en alguna chingana o en un restaurante regional... Me hubiese gustado bailar con ella en la cofradía de Miguel Guerra, conocer a Virgilio López Calderón, beber “Shinguirito” o “Shacta Souer” en la compañía de Julio Falcón, Cinicio López, Andrés Cloud y Norberto Walt... Hay tantos sueños que quedaron truncos que, relegarla, olvidarla se hace imposible. “No la olvidarás”, me dijo Renata y –repito- cuan cierto fue, la llevaré conmigo aún cuando ya nadie en la tierra recuerde que existí alguna vez...
Rememoro el brillo en sus ojos cuando discutíamos sobre Kelsen, Freud y Foucault, era, era como si estuviese en un banquete; se relamía discretamente los labios, se desordenaba los rulos con el dedo índice, naturalmente, y como quien no quiere la cosa se dejaba llevar por los sabores y aromas de los "platos" servidos en mesa; era una gula bendita para ella hablar sobre ellos, de sus interpretaciones particulares, ah! era divina... Zita, aun te hablo como si estuvieses aquí, como si no hubiese ocurrido aquél accidente fatal… Zita, hay un verso de Pessoa que quiero asociarlo contigo, con tu partida: “Entre yo y la vida (Zita) hay un vidrio tenue. Por más nítidamente que yo vea y comprenda la vida, yo no la puedo tocar”.... Zita, me va ganando el desgano, y nada parece tener importancia sin ti, nada, nada Zita... A lo Pessoa, siento que “la vida es como si me golpeasen con ella”.

05 noviembre 2007

EL REGRESO DEL MUERTO VIVO; VIVISIMO…


Horacio Cánepa Torre, uno de los rostros más emblemáticos de la corrupción política regional de los años 90, acaba de reaparecer en una nota –parece un publirreportaje- del Diario Hoy. Célebre por haber participado en el fraude electoral conocido como “Huanucazo”, que tenía como fin abultar la votación preferencial que beneficiaba a otro corrupto e hijo’eputa llamado Víctor Joy Way, se dedica ahora a despotricar a nuestros congresistas inútiles y buenos para nada con la frescura y la conchudez de campeonato que siempre lo han caracterizado. ¿Con que autoridad moral, con qué ejemplo de integridad ética y con qué medida de honestidad intelectual juzga este maculadísimo corrupto y ejemplo de lo que no se debe hacer en la res pública?
Si bien es cierto que Cánepa fue absuelto por la Corte Suprema de Injusticia, en una resolución rubricada por entre otros, el juez montesinista Alejandro Rodriguez Medrano -más conocido como “el Chino”-, no quedó ni quedará exculpado de la condena social que se merece por entre otras cosas haber sido parte de uno de los gobiernos más nefastos y corruptos que tuvo la historia peruana. Ahora reaparece, como si nada, como queriendo lavar su imagen, como diciéndonos: muchachos, ya pasó, olvídenlo, el pueblo huanuqueño se caracteriza por no tener memoria, acéptenlo, ya pasó y quiero preparar terreno para volver a ser candidato, y congresista si uds. no se molestan…
Cabe recordar también que, antes de haber sido declarado “inocente” por uno de los Poderes obsecuentes y dependientes de Vladimiro Montesinos, Cánepa tuvo la audacia de fugar del Perú colgándose el rótulo de “refugiado político”; prefirió huir y ponerse a salvo hasta mientras sus amigotes en el país preparaban su retorno con una sentencia absolutoria y favorable…
“Huanuqueño descarado” si los hay, se sube al escenario de la vida pública sin mediar pedidos de disculpas a la sociedad huanuqueña en su conjunto, ni mucho menos realizar algún tipo de autocrítica a su gestión ni a su pasado político vergonzoso como apéndice en las filas de la cleptomafiocracia del fujimorato
¿será huanuqueño este sinvergüenza?... Horacio Cánepa nos hace un flaco favor cada vez que habla; sería preferible que otros políticos y no él, que la ciudadanía en general y no él, que el periodismo sin ataduras ni mordazas y no él, fiscalicen, despotriquen, critiquen, aplaudan, aprueben o censuren a nuestros representantes que poco hacen por la región. Eso sí, “trabajan” mucho para engordar sus bolsillos: provecho Beteta, provecho Cajahuanca, provechitos Huerta Díaz…
Creí que Cánepa bien muerto estaba, a nivel político, pero su caradurez e híper conchudez junto a su desmedido afán de querer vivir a costa del erario público, de las mamaderas del estado, hacen que resucite y regurgite en cuanto foro haya, sus palabras gastadas, poco creíbles y desfasadas de la realidad.

MI PAIS



Te quiero país, callado, ausente y desmemoriado bajo los andes, crispado panza arriba, envejecido y quejumbroso como un grito ahogado y sin lumbre. Te extraño, por razones inciertas, por mi niñez sumergida en tus alturas, por tus sueños raídos y lleno de vientos; te quiero, empapado de héroes, de huainos, de reinos y tristezas de tilingo azotando sus malicias. Y sin vueltas, y sin arrebatos, oigo tus voces entre rótulos de Vallejo, Garcilazo, Guamán Poma, Palma, Mariátegui, Nicomedes, Churata, Arguedas, Ribeyro, Vargas Llosa y en las bocas de tus cholos, taitas y abuelas, y en la de aquel congresista mulato, y de tus maestros mestizos, de tus curas criollos, de tus generales y almirantes palidecidos, y de tus presidentes (prescindentes), jefes, tinterillos y golpistas de todos los matices, y en la de tus mujeres cuyos rasgos y fulgores de luna anidan en tus ojos de carnaval y sincretismo insaciable, país. Te quiero, aun mutilada y pobre, aun mineral y hosca... Cuando tengo ganas, aun sin voz y sin aliento, digo: soy un hombre del Perú, arrojado a la pesadumbre y la queja, al descontento y la revuelta, a la mueca incomprensible que excede con creces mi vitalidad y parsimonia, al dolor que produce en mi los desmanes y las heridas lacerantes que te causaron país -¡tus propios hijos!-: Construyeron gobiernos corruptos, débiles y turbadores, monumentos de papel, esperpentos constitucionales, calles desahuciadas que cobijan pobres, muchedumbres de desterrados y desplazados, huérfanos, exilios por hambre, problemas de aprendizaje por desnutrición, hospitales sin gasa y dignidad... Pero te quiero País, aun así, con tus diferencias y taras sociales, con tus tics de cojudo racialismo, con tus esteras graves que cobijan paciencia y hondos gritos desnudos y tísicos, y aquel aprismo, acciopopulismo, socialismo, tu afroindoamérica, cóndores, pillcos, valses, imperios, colonia, tus autopsias, indigenismos, vanguardias, ríos, escuditos y banderas de tus departamentos, huacos, tungsteno, selva, cebiche, pachamanca, chirimoya, aguaje, montañas telúricas, papa, mentiras minerales, Picaflor de los Andes, Lucha Reyes, Pinglo, Chabuca, Daniel, Humareda, Chávez, y aquellas máscaras de silencio y oquedad... Te quiero país, aun de luto y amargado, te quiero y te quieren, Perú, patria aun sombra de Imperio, melancólica y pétrea. Te quiero país, y estas ahí, callado, con tus llagas que sangran... Te quiero, esperanzado, con ganas y sueños, te quiero, y un fuego, un río o un nuevo mañana saldrá de este sentir...

01 noviembre 2007

RECORDANDO A NINA



Cuando mi niñez se debatía entre el crepúsculo y la noche, a mediados de los años 80, conocí a Nina, en unos cursos de Verano de la Gran Unidad (Cuando me refiero a la Gran Unidad, es sabido, me refiero a la GUE Leoncio Prado)... Nina era una gracia dormida entre haikus y romanzas, una mujer cuyos brazos me trasladaban -como saetas imaginarias- hacia los vericuetos de unos paisajes y experiencias en los cuales las texturas y los colores tenían un fulgor y una cadencia particular. Era dos años mayor que yo, pero sus labios, sus mejillas encendidas y su mirada dulcificada, la convertían en una mujer sin edad, sin tiempo, como una Scatagh huanuqueña condenada perennemente a ser bella... Ella apareció esplendente cerca al verde pashpa del tercer patio de la GUE donde todos correteábamos jugando a la pega-pega, ensayando vuelos malditos de arquero estilo Mitiguel Sinti, imaginando safaris increíbles a la manera de Stewart Granger, escalando el Kero y el Aríbalo de concreto que ornaban con sus figuras sólidas el patiecito sepia aquél... Como una brisa fresca nos envolvió de pies a cabeza con sus ojos de bóveda, sus poemas de Michaux, Poe, Rilke y Baudelaire, y su dulcísima risa que corría a borbollones como un río inmemorial. Su talante de “principesa” combinado con una cristalina sencillez nos conquistó de inmediato, y andábamos embobados en torno a ella, como unos cometas alborotados girando alrededor de su calor... Los paréntesis de quince minutos que se nos daba entre curso y curso en aquellas mañanas de enero a marzo, fueron radicalmente diferentes desde entonces. Jamás olvidaré sus mohines, su andar pausado y agradable, su delicada cerviz rodeada por una sobria pañoleta, y el aroma a ficus y a flores frescas que despedía su cuerpo...

Recuerdo que ella, entre otras cosas, nos enseñó unas cuantas canciones: “Confesiones de Invierno”, “Plegaria para un niño dormido”, “La Balsa”, “Rasguña las piedras”, y de sus labios por vez primera oí nombrar a Charly García, “Los Gatos”, Luis Alberto Spinetta, Lito Nebbia, “Sui Generis”, “Seru Girán”, “Sumo”, “Vox Dei”, “Arco iris”, y León Gieco... Poseía una colección de discos de vinilo y una hilera inmensa de casetes novedosos de esos grupos y cantantes argentinos que su primo, estudiante de Medicina en la UBA, le regalaba cada vez que volvía de Buenos Aires. Motivados por la curiosidad y la novedad, nos juntábamos en la casa del “Pollo” Tuesta para escuchar embobados aquella interesante fusión de música, poesía y mucho ímpetu. Años más tarde, estas vertientes de rock rioplatense se establecerían como referencia de los para entonces adolescentes de mi generación; en esos tiempos escuchábamos con fervor a “Los abuelos de la nada”, “Virus”, “Rift”, Baglietto, a un tal Fito Páez, “Los Violadores”, “Soda Stereo”, “GIT”, Miguel Mateos y Zas, “Los fabulosos Cadillacs” “Los Redonditos de Ricota”, “Instrucción Cívica”, ”Suéter”, “Los enanitos verdes” y algunos otros nombres que no logró rememorar. Descubriríamos también a “Frágil”, “Río”, “Trama”, Dudó”, “Autocontrol”, Micky González, Gerardo Manuel, “Arena Hash”, “Los Prisioneros”, “El Tri”, y claro, los que éramos parte de la cofradía del rock en castellano y latinoamericano, no comulgábamos -por así apuntarlo- con el rock descafeinado elaborado por unos franchutes que se hacían llamar “Indochina” o con esos cojinovones españoles “Los Hombres G”, que nos parecían endebles y ñaños edulcorados, y nos daban arcadas de solo oír las letras poco trabajadas de sus canciones... (Ahora me causan risa esas posturas de adolescentes militantes y radicalizados, pero, quizá era nuestra forma de construir espacios y señales de pertenencia, o una forma de crear una comunidad de gustos y afinidades, no lo sé...).

Nina… Nina. Su recuerdo me resulta ahora grato y perdurable. Nina, fue una mujer estupenda que en la infancia me permitió soñar con ella, y asirla imaginariamente sin resquebrajar ese estado apacible de trance y algarabía. Nina. Nina. ¿Cómo no recordarla? Ella me dio el primer beso a media boca antes del fin de ese verano, un beso que me dejo maravillosamente atónito y a unos pasos de la felicidad total. Nina. Te quise como solo quieren los niños: con una entrega total e inmensurable. Nina, intuyo que sabías que lo “nuestro” sería solo remitirse a aquel instante del medio beso, colmado de magia y candor, y a nuestras caricias atiborradas de estupor e inocencia. Nina. Nina... La amé como quien ama una idea o un firmamento más vasto aun: una ideología, una ideología de la belleza y la pureza, una ideología de su imagen, que años más tarde me permitió “construir” una imagología de Grisel –otra mujer que me impactó- fusionado al de ella...

Cuando estoy en Huánuco, cada vez que paso caminando por algunos lugares que fueron parte de mi infancia y que ya no están, me detengo un instante, para rememorar las construcciones, fachadas y negocios que ya no existen… Son signos de la modernidad, me digo, ya que nadie podrá detener esas mutaciones, que no habrá vuelta atrás, que mi nostalgia se hará aun más grande por los barrios que han cambiado y por los paisajes de mi niñez irremediablemente perdidos… Los paisajes de mi niñez…Nina me reveló algunos lugares que no olvido: sobre el Jirón Huallayco, un almacén, “El Barco” -para comprar dulces, figuritas y álbumes-; en la Plazoleta Santo Domingo, “El árbol del Amor” –“que bonito, ¿no? Tienen raíces distintas y sin embargo...”-; frente al frontis de la Gran Unidad, “un lugar alucinante Rick”, “Billie Joel” -para adquirir casetes a muy buenos precios-; cerca al Cementerio General, el “puente rarísimo de Tingo Chico, vaya uno a saber porque lo construyeron así...”. Y reía, y me jaloneaba las mangas de la camisa tan dulcemente... No la volví a ver después de aquel curso. La perdí de vista durante un largo tiempo. A veces la buscaba en los lugares habituales donde solía ir, pero quiso tal vez guarecerse en alguna otra ciudad o en un poema de Girri, esfumándose para siempre de mi vida de niño...
Hace unos años atrás, en uno de mis espaciados regresos a Huánuco, la vi, o creí verla, cerca del denominado “Árbol del Amor”, en la plazoleta Santo Domingo, paseando con un bebé en brazos, acariciándolo con una ternura inagotable… La miré bajo el retozo de sombras que proyectaba dicho árbol, iluminada por las luces de unos faroles formidables, la observé de soslayo, discretamente, y algo dentro de mí me dijo que era ella... No me reconoció o fingió no reconocerme, pero estaba igual de hermosa, impoluta y deslumbrante. Estaba igual, como una esfinge o como un símbolo que no conocerá la vejez. Quise susurrar, balbucear algo, pero enmudecí. Quise acercarme a ella, saludarla, abrazarla, decirle tantas cosas, pero algo me detuvo, algo que no sé determinar o definir ahora. Pasé de largo y en silencio, tímidamente, caminé unos pasos, y otros y otros, me arrepentí, frené, y cuando me di vuelta, ya no estaba, ya no…
Adiós Nina, bajo el cielo triste y mustio de esta tarde, algunos recuerdos gratos de la infancia vinieron a poblar los desiertos patios de mi soledad; te evoqué y fuiste un bálsamo dulce Nina; serás mientras viva, el agradable recuerdo de mi primer beso. Adios, y gracias por volver como añoranza, para acompañarme en este ocaso frio y gris.

30 octubre 2007




AYES TRAS UN PREMIO Y UNA ANÉCDOTA DE CANGREJOS


La edición del 29 de octubre del diario Ahora sostiene que varios concursantes (no precisa el número) expresaron su disconformidad por el resultado del concurso ganado por Norberto LEANDRO COZ; según estos descontentos y recelosos participantes despojados del premio que pudieron haber obtenido de no mediar la intromisión del maldito ganador en cuestión, con una irritación contenida y parapetándose en el punto tres de las bases, le manifestaron al cronista del diario que el logo –según su entender y real parecer, ja, ja- estaría despojado de todo contenido histórico-geográfico-económico-cultural y social que debería representar al Gobierno Regional como ente generador del desarrollo regional. Es atendible este aspecto de su lacrimoso reclamo, ya que seguramente no leyeron la fundamentación que el autor del logo remitió al jurado junto a su trabajo (ver el post anterior del 27/10/07), y dudo además que hayan asistido a la ceremonia de la premiación -en el cual estuvieron buena parte de los medios de Huánuco-, acto en el cual se explicitó a grandes rasgos la significación del mismo. Arguye también este grupo de desencajados plañideros que, las dimensiones de la figura tampoco cumplirían lo estipulado en las bases, lo cual es falso, porque de ser cierto el jurado lo hubiese descalificado inmediatamente por no cumplir con uno de los requisitos estipulados por las bases. Ahora bien, el argumento más falaz que vierten es que el logo ganador del concurso “tendría alguna semejanza al logo de la Mesa de Concertación y Lucha Contra la Pobreza”, argumento de por si torpe, mendaz, tosco y chicanero que solo un ciego o un pobre de razón podría esgrimir comparando ambos logos… ¿Que el logo tendría cierta semejanza? ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Qué desconsuelo los posee señores?... Por favor, apesadumbrados malos perdedores, no lloren y no sangren por las heridas causadas por no conseguir el esquivo premio; no rumien su bronca por haber sido derrotados por un jovenzuelo de apenas veintitantos años, un mozalbete que ocupó curiosamente los tres primeros lugares y quien sin proponérselo propinó una sonora bofetada al ego henchido de rencor e hinchado de falsedades y resentimientos mezquinos de estos menesterosos hijos del dolor y la queja. Ya al borde final de la nota, esgrimen a través del columnista, una observación soberanamente idiota, dicen que el logo declarado como ganador no tiene los aspectos exigidos en las bases (argumento ya desmentido y superado), y que los matices de color (azul, celeste y turquesa) no reflejan la realidad serrana y selvática de Huánuco… A ver, a ver; ¿que los matices de color no reflejan la realidad serrana y selvática de Huánuco? Mmm… ¿Qué colores representarían la “realidad serrana” y la “realidad selvática”? ¿El verde estridente para la selva y el enjuto marrón para la sierra? ¿Verde y marrón, y sancochado de mondongo para el chiuche cimarrón? ¿y si de pronto también cuestionan los colores de los símbolos patrios –que desde el punto de vista del mercadeo también son logos- y se consagran a la religión del hueveo argumentando que los colores rojo y blanco no reflejan la realidad de la costa, sierra y selva, ni mucho menos aun de las ocho regiones naturales? ¿Y si de pronto, renegando de todo por nada, llegan a decir estos llorones -que no quieren reconocer el trabajo de otros-, llegan, repito, a decirnos que esos colores –rojo y blanco- a pesar de haber sido usados desde la guerra en pos de la independencia hasta la actualidad por nuestro país, no representan a todos los peruanos por qué no reflejan la “realidad del Perú? Sería el sumun de su argumentación lacrimosa y sedienta de triunfos, lo máximo de sus quejas plagadas de patrañas y embebidas de odio. Desde el punto de vista de un logo comercial, por ejemplo el de Nike, ¿Cómo es posible que una simple “V” estilizada sea la marca de una de las empresas más famosas del mundo? Una “V” que aun es usada por muchos maestros para calificar exámenes; imagínense, una simple “V” -en forma de pipa o ala estilizada-, representa todo el emporio comercial de una marca exitosa.
Hasta aquí, todos los argumentos vertidos por tales concursantes indeterminados son rebatibles, no tienen asidero, ni mucho menos cohesión; sus observaciones están teñidas de una enfermiza envidia que poco bien le hace a la sociedad en su conjunto. Suerte para la próxima muchachos y no lloren por los resultados, hay que aprender de las derrotas, y es siempre correcto aceptar que cabe la posibilidad –hablo desde el punto de vista de vuestro ego, dispénsenme la magra voz- de que existan personas mejores que uno. Suerte gallada y a remarla.
Cambiando de perspectiva, hace unos días escuché una anécdota que retrata de cuerpo entero esta situación que se repite de manera continua. El relato se centra en los alrededores de un mercado al cual concurre una ciudadana mexicana para adquirir mariscos. Elige un stand bastante cuidado y se acerca para iniciar la adquisición de unos cangrejos frescos. El comerciante en su colmado aparador de ventas exhibe dos baldes con crustáceos, uno con tapa, con el cartel “Cangrejos chilenos” y otra sin tapa con el rótulo “Cangrejos peruanos”; de puro curiosa, la mexicana le pregunta al negociante del porque uno de los baldes tiene tapa y el otro no; el afable vendedor, después de sonreír le responde: en el caso de los cangrejos chilenos, si no les pongo tapa se escapan; en el caso de los cangrejos peruanos, no, porque cuando uno de los cangrejos pretende salir, el resto de sus congéneres ubicados en la parte inferior lo tira abajo siempre…. Este relato bien puede aplicarse las grandes mayorías de la sociedad peruana, que ante el menor atisbo de progreso del otro echará a trotar una serie de sospechas y suspicacias adobadas con mentiras, chismes e infamias para destruir honores y logros del que con trabajo y mucho esfuerzo logra acumular riquezas, títulos, premios o crédito social.

27 octubre 2007


LOGO DEL GOBIERNO REGIONAL DE HUANUCO


Norberto LEANDRO COZ acaba de ganar el Concurso que se realizó para elegir el “Logotipo institucional 2007, del Gobierno Regional de Huánuco”. Norberto, mi hermano y entrañable amigo, es de esos tipos tranquilos que no alardean con su talento a pesar de haber ganado varios concursos de pintura, de cuentos y poesía, además de estudiar Ingeniería de Sistemas; desde la adolescencia fue siempre tímido y humilde, gentil y lozano, poseído por ideas brillantes y transgresoras y por sus búsquedas febriles de nuevos horizontes artísticos. Guardando coherencia con estos breves trazos de su personalidad por mí esbozado, detesta la pedantería intelectual o la pose con aires de suficiencia bufa de quienes se creen eruditos o abominables fantoches iluminados por las musas de algun arte o creencia… Aparte del primer lugar, sus otros trabajos presentados con seudónimos diferentes obtuvieron el segundo y tercer puesto de dicho concurso, embolsando para su peculio la nada desdeñable suma de dos mil soles. Charlé telefónicamente con él, y a pedido mío, me remitió la imagen ganadora del certamen y una explicación fundamentada de lo que quiso plasmar en su trabajo, ya que este –de acuerdo al requerimiento de las bases- debe representar a la institución (el GRH) en varios aspectos: en el histórico, geográfico, económico, cultural y social. Leamos pues lo que escribe:
Cuando comencé a trabajar en la tarea de encontrar el logotipo del GRH, me hice unas cuantas preguntas: ¿Qué imagen o que cosa nos representa a todos los huanuqueños al margen de las diferencias que existen entre los distintos pueblos y ciudades que la conforman? ¿Qué símbolo de consenso se puede encontrar en medio de la diversidad de nuestros orígenes y de las opiniones disímiles que pueden verterse? ¿Existe ese signo, y de existir necesariamente nos representará al menos a las mayorías que habitamos en estos lugares del Perú?... Tras revisar algunos textos me tropecé varias veces con un ave primordial y casi mitológico; no con los flamencos o parihuanas del Libertador don José de San Martin, ni con el cóndor mallku de los bolivianos, ni con el águila calva de los usamericanos, ni con el águila real de los mexicanos; me di de bruces con el pillco, esa ave inmortal que ha vencido al olvido y a su exterminio por el hombre, para enseñorearse en sus antiguos dominios de maneras diversas. Fueron los Chupachos, unos antiguos pobladores del valle del río Huallaga y sus afluentes (moraron desde lo alto de San Rafael hasta Acomayo y Pillao) quienes tributaban un magnífico culto al Pillco, el ave sagrada de la tribu, el pájaro simbólico que hoy puede representarnos. Este legendario ser
[1] cuyo canto (Pill-pill-huauco, pill-pill-huauco)–según sostienen algunos entendidos- dio origen al nombre del valle donde hoy se asienta la ciudad capital, e incluso a la palabra Huánuco, forma parte de nuestro legado cultural e histórico, ya que si bien no podemos hoy disfrutar de su canto y de su corporalidad, podemos si a través de relatos y su representación grafica reelaborar sus atributos de símbolo de nuestra identidad regional; ¿y que es identidad regional, o que entendemos por identidad regional? Según el profesor Manuel Nieves FabiánIdentidad Regional es el espacio geográfico o territorial donde habita un grupo humano identificado con su medio ambiente, con su pasado, con su presente y porqué no con su porvenir. Identidad Cultural es la identificación de ese grupo humano con su tradición, su historia, su cultura, sus costumbres, etc...” Desde un buen tiempo a esta parte, desde la creación del mestizo escudo[2] de Huánuco, iconográficamente se le rinde homenaje al ave más singular que tuviera nuestra región jamás. Por estas razones históricas, y por cuestiones de reivindicación de nuestros pueblos originarios torpemente olvidados, es pertinente que a manera de símbolo este tótem chupacho represente a nuestro Gobierno Regional.
Desde el punto de vista geográfico, sin desmerecer al gallito de rocas, no hay otra ave que haya poblado los valles de la región de manera focalizada. Tampoco existe otro tótem o animal íntimamente ligado a estos lares ya que el pillco ha conseguido ligar su nombre a algunos lugares como por ejemplo al rio Pillcomayo –conocido en la actualidad como Huallaga- o a esa formación geológica y turística conocida como Pillcomozo. Quizá junto con el valle del rio Monzón, el valle del Huallaga o el valle del Pillco, es la más representativa de la región, sin por ello desconocer los localismos u otras particularidades de pueblos y ciudades integrantes de nuestro territorio regional.
Ahora bien, desde el punto de vista económico, me permito esbozar la siguiente interpretación. Toda actividad económica se realiza a través del dinero, y este es el resultado de un pacto social tácito o expreso, donde todos aceptan entregar sus bienes o servicios a otros, a cambio de determinados símbolos monetarios (sean billetes, monedas, etc.); sabemos todos que el dinero basa su fuerza en la confianza, en el valor y en la creencia que le damos a esos papeles y monedas que representan una cuantía económica de cambio; cuando dejamos de creer o cuando dejamos de juzgar positivas sus virtudes, ese billete o esa moneda deja de constituir un valor de cambio, se deprecia y deja de tener utilidad. En cuanto al pillco, si creemos en su existencia y le dotamos a nivel simbólico de un significado de pujanza y persistencia, pasaremos a considerarlo también un icono que represente la energía, el trabajo impetuoso y el desarrollo regional a nivel económico, ya que si bien sabemos que el Pillco se extinguió a causa de una caza exhaustiva -según afirman a causa del sabor exquisito de su carne-, es necesario recalcar que fue un tótem de una cultura ancestral y aguerrida que pobló Huánuco, y como tótem simbolizaba todas las virtudes y logros de esa cultura. Representaba sus logros económicos y sociales, sus logros individuales y artísticos, sus sueños y deseos en todos los ámbitos y horizontes de una vida. A pesar de su desaparición, El pillco aun persiste en nosotros mediante la fuerza de la evocación, cada vez que lo nombramos, cada vez que lo imaginamos. Así como en el escudo nacional se toma las imágenes de la quina, la vicuña y una cornucopia –en este caso, la cornucopia fue ajena a nuestros usos y costumbres-, que representan las riquezas de los reinos de la naturaleza prodiga del Perú, creo firmemente que el pillco debe representar entre otras cosas a la actividad económica ya que como tótem, reitero, fue motor de vida de una cultura y como ave en si, como mercancía, alimento preciado de muchas personas.
Desde el punto de vista cultural, el pillco está presente en las letras de canciones, en algunos versos logrados de vates regionales y en cuentos y leyendas que forman parte de agiles narraciones que nos quieren explicar por ejemplo los orígenes de formaciones rocosas que son parte de la ciudad de Huánuco; además PILLCO es también el apellido de algunas familias que pueblan la región, Pillco es –excúsenme si lo reitero por enésima vez- el nombre de un magnifico valle que el rio Huallaga empapa a diario, el Pillco es parte del escudo de Huánuco, y también designa a un distrito allende a la ciudad capital.


Antes de concluir, debo decir que de acuerdo a una observación empírica, una indagación particular, en casi todos los estratos sociales, según mi tanteo, la palabra pillco no tiene resistencias ni crea tampoco conceptos negativos en torno a él; tampoco se asocia a esta palabra algún desvalor o actitud negativa, ni mucho menos existen reparos en contra del ave mítica (comercialmente el nombre incluso es usado por una compañía terrestre que ha bautizado a sus coches como “Pillko Bus”, y otra empresa tiene como nombre “Pillco Travel y Tours”)…


En cuanto al puente, al estilizado en tres trazos del logo, nos remite al Calicanto y a todos los puentes tendidos en nuestra región, ya que todo puente trata de acercarnos los unos a los otros, venciendo las barreras que nos impuso la siempre sensata naturaleza; cuando se tiende un puente queremos que perdure, que tenga buenos cimientos y que no sea motivo para justificar negociados y coimas de la gestión política que la encara; cuando veo un puente trato de cruzar de un lado a otro y ver lo que sucede en la otra orilla. Hay quien dijo que un puente es un arcoíris tendido entre dos orillas, que es un lazo de confianza y amistad entre los pueblos… Este puente, el del logo, es pues el Calicanto y todos los puentes, ya que son sinónimo de unión e ingenio, de lía geográfica y vínculos sociales, de perseverancia y lucha diaria para mantenerse en pie.
En cuanto a las tonalidades azules, quise asir solo cuatro de los innumerables matices que casi a diario nos da sin pedirnos nada a cambio, el cielo huanuqueño. Este logo puede resumirse entonces, en cuatro matices de azul, en tres trazos de puente, tres pillcos, y dos orillas, que forjan un logo.


Quise pues rescatar en un logo algunos símbolos de la identidad regional huanuqueña y procurarle el espacio que se merecen, ya que dichas imágenes encarnan, al conjunto del pueblo y el Gobierno Regional de Huánuco.


[1] Berroa dice «que se llamó el Valle del Pillco porque en sus bosques existía un pájaro de este nombre». Achapuri, describe aún más y dice: «era un ave negro con cresta encarnada»; Calancha, sostiene que pillco era el nombre de un género de pajarillos que anidaban en las riberas del río Grande o Pillcomayo. (Pillcomayo es el nombre con el cual se designaba al actual rio Huallaga)


[2] El escudo confeccionado en 1797 por el fraile Manuel de Sobreviela, cuyo texto decía: "El escudo de armas de Huánuco consiste en un león coronado, porque el Gobernador Vaca de Castro que la mandó trasladar y poblar, era natural de León de España. Por el valor con que los de Huánuco rindieron y apresaron al Tirano Girón, se les concedió poniendo en sus armas el cuerpo del tirano en pie, a quien el león con una garra tiene asido del pecho, y en la otra la cadena que tiene al cuello; al final se pone un pájaro llamado Pillco». El escudo actual es una mezcla de los escudos descritos por Calancha y Sobreviela, más otros aditamentos como son las águilas reales a los costados y en la parte superior un gorro o morrión con penachos.

23 octubre 2007



A PROPOSITO DE LA MANIFESTACION NACIONAL CONTRA LA CORRIDA DE TOROS

Don Miguel de Unamuno y el Premio Nobel de Fisiología y Medicina don Santiago Ramón y Cajal aborrecían y rechazaban sin cortapisas las corridas de toros, ese espectáculo sangriento y cruel, brutal y primario que algunos osan llamar arte. Si bien es cierto que es de esas definiciones difíciles de constreñir, de asir, de precisar con pocas palabras lo que encarna, entiendo que el arte es una de esas razones o impresiones sublimadas de la conciencia social de la humanidad en los cuales se transmite sentimientos y emociones que nos causan determinada dosis de placer mediante el auxilio de signos, formas, gestos u objetos. Que la literatura, la música, la pintura o la escultura tengan determinadas cuotas de obscenidad o de monsergas con moralinas, de fiereza y crudezas que pueden espantar o herir susceptibilidades, pues, mientras no dañen profundamente la sensibilidad y la integridad del otro a quien podemos llamar mi prójimo o mi infierno, son si se quiere tolerables –al menos para mí- ya que forman parte de una de tantas manifestaciones de nuestra condición humana. Pero de ahí a llamar arte a la crueldad, decir que es sublime el sufrimiento lastimero de un indefenso animal, argumentar que el toro no sufre cuando en las narices empolvadas de rapé de sus defensores el animal es sometido a una tortura aterradora de manera previa mediante la perforación que realizan los picadores a la altura de la cruz del mamífero con unas puntas de acero que dañan sus pulmones, querer negar mediante eufemismos el padecimiento que vive mientras esos arpones llamados banderillas horadan y desgarran todos los músculos del cuello del maltrecho bovino con cada movimiento que realiza, aclamar como condenados el espectáculo atroz de la agonía del toro que muere vomitando sangre con una espada clavada entre las vertebras del cuello y con el corazón agujereado y con la medula espinal seccionada y con la aorta destrozada y con el cuerpo sangrando y con la mirada perdida… ¿Arte esa vaina? ¡No me tomen de cojudo! Nos quieren hacer creer los defensores de la tauromaquia y del sadismo infernal –como el marquesito huachafo ese, el cojinova godo de Valero de Palma, el monguísimo cromañón sediento de sangre que escribe en Caretas- que el toro no sufre; ¡¡¿Que el toro no sufre?!! ¿Y si invertimos los papeles, y si el marquesillo hace el papel del no sufriente y el toro el papel de matarife con cara de pelotas tristes? ¿Y si me dispensan la inocentada de creer que es posible este mundo del reves, al menos en este caso?... ¿Y si la conciencia social de la humanidad y sus sublimaciones, si acaso existen –ya dudo de todo- renuncian de pronto a seguir soportando y propiciando este tipo de vejámenes y crueldades, de humillaciones y baños de sangre a los cuales se ven sometidos otros seres vivos por el solo hecho de creernos los amos de la naturaleza?... no me joroben, la tortura no es arte, ni mucho menos puede ser "alta cultura" esos movimientos de mariquita arrobado por la ovación de la chusma dizque elegante y con guantes, del torero babanca emperifollado con su trajecito de trapos multicolores y chillones…
Me sumo desde mi rincón a la manifestación contra la corrida de toros del 28 de octubre, por no encontrar argumentos razonables ni plenamente válidos que expliquen dichas matanzas públicas.

19 octubre 2007


TÚPAC YUPANQUI: DESCUBRIDOR DE OCEANÍA

José Antonio del Busto, profesor de una trayectoria genial y uno de nuestros más importantes y lúcidos historiadores, publico en el año 2006, meses antes de fallecer, “Túpac Yupanqui: Descubridor de Oceanía”, texto donde plasmó su teoría acerca de la expedición realizada por el inca a la Polinesia.
El punto de partida de los trabajos de este investigador es La historia sobre los incas escrita por el cronista Pedro Sarmiento de Gamboa. También los manuscritos de Miguel Cabello de Balboa y fray Martín de Murúa. De éstas, la crónica del primero aparece como un testimonio de vital importancia pues logra recorrer en numerosas ocasiones -como súbdito de la Corona Española- el Mar del Sur u océano Pacífico.
Según estos cronistas, el príncipe imperial Túpac Yupanqui zarpó de la costa ecuatorial, (posiblemente de Manta) entonces gran centro comercial y marítimo, motivado acaso por el arribo a sus territorios de nativos procedentes de las islas de Auchumbi y Ninachumbi. Dispuesto a sobrellevar nuevas experiencias, se hizo a la mar con una flota de embarcaciones a vela (alrededor de 120) y algo más de 2000 guerreros. En estas condiciones cruzó el Pacífico en unos 90 días, tras vencer 4000 millas marinas.
La flota siguió un derrotero que supo aprovechar vientos y corrientes (verificables actualmente en los modernos pilot charts). Las balsas eran seguras, únicas e involcables. Tampoco debió haber problema con los alimentos pues seguramente embarcaron grandes cantidades de carne seca y por abundar los recursos ictiológicos a lo largo del trayecto. Con la bebida pasaría otro tanto. El agua iba en calabazas y cañas huecas, las cuales volvían a llenarse con las lluvias de alta mar.
A su debido tiempo la expedición dio con Auchumbi (la Isla de Afuera), hoy Mangareva, en el grupo de las Gambier y, posteriormente con la volcánica Ninachumbi (la Isla de Fuego), hoy Isla de Pascua o Rapa Nui. También llegaría a Nuku Hiva, en el archipiélago de Las Marquesas, donde se conservan quipus y que en la actualidad se llaman quipona. Con esto se demuestra que el joven inca, cumpliendo un periplo famoso a través del océano Pacífico, se le adelantó 55 años a Hernando de Magallanes.
Vayamos ahora a las evidencias que dan sustento a esta teoría para nada “tomada de los pelos”.
En primer lugar existe en Mangareva el estrecho de Tupa, también se conserva la leyenda de Tupa y se baila la danza del Rey Tupa. El estrecho se nombra así porque allí hizo su arribo el misterioso personaje y su espectacular comitiva. La leyenda habla de un monarca “colorado” que llegó con una flota de enormes balsas a vela procedente de un país lejano, situado al oriente. En consecuencia, la danza conmemora el feliz desembarco. Por último, Mangareva hoy en día es la única ínsula oceaniana con balsas de velas que recuerdan a sus similares ecuatoriales americanas.
Como se ve, las coincidencias son muchas, empezando por el nombre del rey Tupa o Túpac, personaje de andina pigmentación cobriza (colorada) desconocida por los isleños. El monarca llegó, deslumbró y se fue, volviendo a su levantino reino tras llevar la edad de los metales a un pueblo inmerso, hasta ese momento, en la edad de piedra.
En segundo lugar relevaremos las evidencias existentes en Pascua o Rapa Nui, la “Isla de los veinte volcanes”. Allí, casi oculto, existe el templo de Vinapú; construcción de innegable arquitectura cusqueña, levantada de acuerdo a los patrones imperantes en la época de Túpac Inca. Ésta es sin duda la prueba más fiel de la presencia incaica en la isla. Pero no es lo único. También está la evidencia de un filón de raza andina entre la población nativa de la ínsula que, si atendemos escritos posteriores (crónicas), hablaba quechua o runa simi. En Pascua, existen palabras quechuas. Lo que tienen en la cabeza esos monolitos llamados moais, es una corona de piedra roja, y el tocado se llama puka. Y puka en quechua es rojo. Finalmente como nota romántica y nostálgica, se recuerda la leyenda de la dulce Uho, doncella raptada por una mancha de quelonios marinos que la llevaría, navegando, al país donde nace el astro rey. El país, caso notable, estaba envuelto por un denso banco de neblina. Esta situación alarma a Uho quien teme adentrarse en una creciente oscuridad. Entonces, busca refugio en su captor, un príncipe amo de la tortuga mayor o balsa real (con caseta adosada) pues como las balsas, las tortugas viajan con su casa a cuestas. En la leyenda, el príncipe quien está llamado a ser monarca en su país, no se llama Tupa o Túpac pero es nombrado como Nahuna-te-Ra’a, nombre exótico que para sorpresa nuestra se traduce “Hijo del Sol”… Hoy en la isla de Pascua, acaso desde entonces, se denomina “tupa” a las torrecillas de piedra desde las cuales se espera y avista la llegada anual de las tortugas.
El príncipe regresó a su país con los vientos sures, en otras palabras siguiendo la corriente peruana o de Humboldt –verdadero río antártico que produce, por evaporación, la “camanchaca” o gran neblina temida por la bella Uho- y siguió por una costa orillada de pinnípedos hasta el reino del Gran Chimú. Allí, recogió mucho oro y, dejándose llevar por los vientos y las corrientes, arribó a su punto de partida en Manta. El gran periplo, el mayor y más importante viaje marítimo de la antigüedad peruana, había terminado. Lo último fue el desfile de la victoria, el ingreso triunfal de los expedicionarios al Q’osqo.
En cuanto al resto, la crónica es parca. Esta nos habla de fiestas y que el príncipe entregó a su anciano padre, entre otros trofeos, hombres negros (melanesios) y huesos y pellejos de unos animales semejantes a caballos (los pinnípedos o lobos marinos del litoral). Pero, más allá de la gloria y el jubileo, Túpac Yupanqui (como Colón respecto a América) nunca se supo descubridor de Oceanía.
Por la importancia de sus logros, Túpac Yupanqui es el gran hacedor de la antigüedad peruana. Décimo rey inca, segundo emperador del Tawantinsuyo, quinto señor de la dinastía Hanan Q’osqo. Casi todo el territorio que hoy es nuestro (como así el de Ecuador y el de Bolivia) fue forjado por él y sus ejércitos. Por tanto, es el mayor conquistador dado al mundo por la raza cobriza de América. Algunos, tratando de enaltecerlo, lo han llamado el Alejandro del Nuevo Mundo pero, a decir verdad, el cusqueño se expandió más que el macedonio.
Túpac Yupanqui fue un estratega excepcional y un estadista relevante. Quechuizó naciones, civilizó la cordillera y pretendió culturizar su mundo conocido. Los actuales límites del Perú se los debemos a él que los conquistó y a Francisco Pizarro que los resguardó. "Él hizo ocho campañas militares que son notables. Dos al Chinchaysuyo, dos al Contisuyo, dos al Collasuyo, dos al Antisuyo, terminó barriendo todo el territorio actual del Perú. Por el oriente navegó en las balsas ecuatorianas, las reprodujo en el río Amarumayo, que es el Madre de Dios y se fue hasta Bolivia y llegó hasta el Brasil. Y todavía mandó gente por tierra para que fuera más a dentro, donde estaba el río que todavía tiene el nombre de Paititi. Era un gigante en materia de conquistar. En sus tiempos partieron expediciones que llegaron a México. En este momento hay pueblos allí que se reconocen oriundos del Ande". Sus súbditos lo llamaban Túpac Yaya es decir, “padre de todos los hombres” por ser, según Garcilaso, “… el Señor que tanto los amaba y tanto bien les hacía”. También recibió los apelativos de Grande y Justiciero. Más querido que el mismo Pachacútec, llegó a ser reconocido como el mayor de los soberanos incas.
Este es, a grandes rasgos, Túpac Inca Yupanqui, el Resplandeciente, conquistador del Ande y emperador de los Cuatro Suyos, descubridor de Oceanía y junto a Pizarro, forjador del actual Perú.
[1]

[1] Decimos esto pues el término Perú es una construcción puesta en circulación, tras el arribo al Nuevo Mundo de los conquistadores y colonos españoles; aunque con fines prácticos, muchas veces solemos hablar del Perú antiguo. Hoy en día sabemos que nuestro país es producto de la superposición de distintas corrientes civilizadoras, siendo dos de las más importantes la hispánica y la cobriza. Desde el punto de vista cultural, fueron Pachacútec y Pizarro, -personajes iletrados ambos-, los padres de la cultura peruana. Pachacútec es el promotor de la cultura andina y Pizarro es el promotor de la cultura occidental. Ahora bien, según el profesor Del Busto, los personajes que más han contribuido a cimentar -consciente o inconscientemente- la idea de nación peruana, son: Pachacútec, Túpac Yupanqui, Francisco Pizarro, Garcilaso, José Gabriel Túpac Amaru, Juan Pablo Viscardo y Guzmán, Ramón Castilla, Miguel Grau, Francisco Bolognesi y Andrés Avelino Cáceres. Según su parecer, al cual suscribo, son los que más han hecho por la peruanidad, directa o indirectamente.

15 octubre 2007


DESTRUYAMOS SHILLACOTO!!! (Frase de cabecera de Ana ESTEBAN TACUCHI)

Con una mezcla de resignación, indignación, cólera pétrea y una conmoción de asco e impotencia, leo en “El Correo” –los diarios chicha “Ahora” y “Hoy” no lo tratan- sobre el intento de destruir parte de nuestro patrimonio monumental e histórico legado por antiguos pobladores de Huánuco, restos arqueológicos que en cualquier parte del mundo serían salvaguardados como parte de una valiosa heredad cultural, tesoro que si se destruye no se recuperara jamás.
Todo indica que campea la indiferencia en muchas gentes frente a estos restos enormes de vidas pasadas; todo pareciera señalar que solo es tarea de pocos resguardarla, protegerla y salvarla de estos y otros ataques. Pero lo cierto es que desde hace mucho tiempo le dimos la espalda a Shillacoto y la echamos de nuestras vidas con un soberano portazo; luce descuidada y enferma, abatida y también invadida en sus fueros íntimos; luce golpeada y bastardeada por unos cuantos que osaron rehabitarla desafiando a todo tipo de observancias u honores que se debería guardar ante este patrimonio. Ana Esteban Tacuchi es el nombre de un monstruo que abomina del pasado, de una terrorista antihistórica que petardea lo poco que queda de unas construcciones preincásicas y cuya tarea es no dejar piedra sobre piedra de este monumento. Ana Esteban encarna a una Atila resentida de una provincia olvidada que quiere arrasar con estas ruinas que le revuelven la bilis y los bolsillos, ya que ella jura y recontra jura que los terrenos que yacen bajo esas construcciones le pertenecen. A Ana Esteban Tacuchi, poco le deben interesar esas paredes de barro y piedra, porque le deben parecer corralones absurdos que no sirven para nada… Quiza, como a muchos huanuqueños, a ella solo le importe su fin individual, su yo propio y circunstanciado a su ego solitario, importándole poco o nada el fin social, el yo colectivo, el yo social, de los cuales no debe estar ni enterada; importándole poco o nada los símbolos de la ciudad, sus espacios abiertos o la magnífica heredad que significa para nosotros Shillacoto. Le debe interesar poco el destino de nuestra casa grande -que es Huánuco-, su futuro que a estas alturas debe parecerle abyecto, sin sustento, plúmbeo, amargo y sin contemplaciones… A esta señora, como a muchos miserables, no les conduele el dolor de los otros, el dolor de toda una ciudad que se desangra a gritos; solo lanzan ayes lúgubres cuando les lastiman el único órgano sensible que poseen: el bolsillo. En mi caso, como a algunos amigos, Huánuco no deja de dolernos, ya que constantemente es zaherida por una inmensa desidia y una ñoñez vomitiva a prueba de balas.

08 octubre 2007




EVOCANDO A DANIEL ALOMIA ROBLES Y "EL CONDOR PASA"

Llovía impetuosamente el día que partía cuando por última vez visité Huánuco. Como un presagio la noche quieta y diáfana del día anterior me había instigado a recorrer silenciosamente algunos jirones, pasajes, esquinas, plazas, el malecón y la alameda, y me permitió contemplar con gran fruición el ensueño pausado y sincopado de la ciudad, su dormitar de viejo cachorro que observé con la melancolía de quien se sabe volverá a ser solitario. En la Catedral, a la cual ingresé pocas veces a lo largo de mis años, un grupo de niños vocalizaban el Offertorium “Reges Tharsis” -un monódico pero sendo canto gregoriano-, un himno de voces que me hizo evocar al gran maestro don Daniel Alomía Robles, que cuando niño, integrara también el coro de la catedral de Huánuco. Por esos días conversaba con un grupo de amigos acerca de la importancia de este creador y genio, cuyo importante legado de compositor y recopilador musical contiene conceptos innovadores de música y está dedicada a fortalecer nuestra identidad cultural. El corpus de su obra, que poco se difunde, ha escrutado profusamente la tradición musical incaica y los aires rítmicos que permitieron el desarrollo del folclore nacional. A manera de homenaje, trataré de recopilar en este post, una serie de datos desperdigados de uno de los mayores y notables músicos que mucho hizo por la cultura de nuestro país y de manera perseverante.

Viajero incansable desde los 15 años, (nació en Huánuco en 1871) recorre el Perú desplazándose por los más anfractuosos paisajes de la serranía, recopilando en su periplo, coplas, letrillas, poesía y música que se transmitían de generación en generación, compilando esas melodías ancestrales -que se hubiesen perdido de no mediar su intervención-, y atesorando instrumentos musicales y ceramios alusivos del quehacer musical de las antiguas culturas peruanas. Afincado en Lima desde los 13 años, a instancias de su madre, doña Micaela Robles, en 1887, en plena adolescencia, conoce al maestro Manuel de la Cruz Panizo, un negro liberto, maestro de música sacra de varios conventos y monasterios de Lima, quien lo instruye en el solfeo y en el canto coral. Tiempo después, Panizo lo contactaría con el compositor italiano Claudio Rebagliati, radicado en el Perú, para que prosiga sus estudios de piano, armonía y composición.

De manera paralela a su formación instrumental, por curiosidad científica concurre como alumno a la Facultad de Medicina de la Universidad Mayor de San Marcos entre 1892 y 1894, e inicia en 1895 una exhaustiva labor de investigación de la música peruana que será la substancial dedicación de su vida, salvaguardando del olvido -gracias a sus conocimientos de algunas lenguas nativas- ritmos y melodías tradicionales, además de leyendas y mitos del período de la colonia y de la época de los incas.
Infatigable compositor de honda raigambre andina, sus conceptos musicales diferirán radicalmente del academismo imperante en la época. Fue, sin lugar a dudas, el primer compositor peruano y, tal vez, latinoamericano, que basó su trabajo de constructor musical en la investigación y estudio constante de los materiales sonoros nativos, específicamente andinos, es decir aquellos que definen como afirmara don Manuel González Prada, "...el verdadero Perú... la nación formada por la muchedumbre de indios diseminados en la Cordillera".

Su trabajo creativo encontró en los géneros populares, en la canción y en las breves piezas pianísticas, efectivos canales de expresión mezclados en sencillas y espontáneas estructuras formales. Obviamente, en sus trabajos más elaborados: obras de cámara, sinfónicas y dramáticas, no pretendió alcanzar las complejidades, deleites estilísticos, variaciones académicas o tratamientos convencionales de las concepciones y tendencias europeas, sino más bien forjar magníficos testimonios de una fidedigna búsqueda de dicción musical peruana.
Si, aparentemente, sus méritos de recopilador opacaron su indiscutible genio creador, es necesario establecer que su labor de musicólogo únicamente constituye un sólido complemento y fuente de inspiración para la del compositor. Alomía Robles no sólo nos ha legado una estupenda colección de melodías nativas sino ha logrado, como compositor -lo trascendente en él- una propuesta espléndida, pura y espontánea en el manejo de los materiales sonoros andinos, propuesta visionariamente ligada al quehacer del músico peruano del mundo contemporáneo.

De su obra, que consta de 696 piezas folklóricas, 140 composiciones (zarzuelas, óperas, y creaciones musicales disímiles) y entre 60 a 70 poemas quechuas traducidas al español, se destaca por su difusión, por sus cientos de versiones, por haber y seguir siendo ejecutada miles de veces por intérpretes y grupos de muchos países, la melodía de El Condor Pasa, fragmento de una zarzuela que compuso en 1913, en cuyas letras -escrita por Julio de la Paz- se plasma una desgarradora denuncia social, aspecto mayoritariamente ignorado
[1]. El argumento teatral que trataré de resumir –de Julio Baudoin, seudónimo de Julio de La Paz- transcurre en la región minera de Cerro de Pasco, en los Andes centrales peruanos a principios del 900. En la mina de Yapac se enfrentan déspotas y esclavos. Un joven rebelde trabaja con un grupo de mineros; es Frank, hijo de María y, aparentemente, de Higinio, con quien discute sobre el supuesto “destino” al cual tienen que obedecer sin alternativas. Su “destino”, mas allá de haber nacido “indio rubio” –jachacholo- es liberarse del yugo impuesto por sus señores, que desde el momento mismo de la obtención de las minas adquieren también, junto con el predio, a los habitantes del lugar, como si fuesen cosas accesorias; “Como bestias nos tratan”, se queja Frank; pero, la actitud de Higinio es la de justificar las relaciones de explotación, ya que con ellos al menos comen, dice, y le aconseja resignarse. Mucho después, cuando Frank se entera que, la mina en la cual se deshacen y desfallecen fuera descubierta por Higinio, -y que desde aquel entonces el ultimo cóndor que por ahí pasaba voló sobre sus chozas para luego perderse en las alturas y no reaparecer-, Mister King –uno de los dueños de la mina-odiado por los trabajadores, muere aplastado por una inmensa piedra que le arroja Higinio, al cerciorarse este de que el verdadero padre de Frank no es él, sino Mister King. Pero inmediatamente surge Mr. Cup, su socio, quien hiere a Frank. El muchacho se defiende y mata a su agresor. En la escena final un cóndor pasa majestuoso, y ante esta visión, los mineros disipan sus temores ante la incertidumbre del “que hacer ahora”. “Amparémonos en sus alas –dice Frank- el también se va libre de los rubios y quiere reinar en nuestro cielo (…) sintámonos cóndores, seamos como él en la inmensidad de la tierra”. El cóndor se pasea en el escenario teatral acompañado por la melodía que ya todos conocemos y que ya se había escuchado anteriormente en el pasacalle de la fiesta campesina; pasa el cóndor, vuela en el cielo como un símbolo andino de libertad… Este planteamiento argumental desarrollado en la zarzuela, la puja entre explotadores y explotados, era una novedad estrepitosa en el teatro, si bien había sido ya tratado en las novelas románticas de Narciso Aréstegui ("El padre Horán”), Mercedes Cabello de Carbonera (“Blanca Sol” y “El conspirador”) y Clorinda Matto de Turner (“Aves sin nido”), pero en 1913 y bajo la presidencia del magnate Guillermo Enrique Billinghurst Angulo, fue de un impacto fulminante. En el teatro Mazzi se lo representó dos mil veces a lo largo de cinco años. De los ocho fragmentos musicales, el que más éxito tuvo es la cashua, que se sigue tocando hasta el presente en muchos países del mundo, siendo un 'hit' entonado en idiomas muy diversos. Hacia 1965 Paul Simon le puso letra a esa melodía final y fue grabada como obra suya por el dúo Simon & Garfunkel, sin siquiera mencionarse a Daniel Alomía Robles. Al año siguiente, la familia del músico entabló una acción judicial y las cosas se pusieron en su lugar: Alomía Robles autor de la música y Simon de la letra. No obstante las “letras” de Paul Simon nunca serían consentidas ni cantadas –vaya uno a saber por que- por ningún grupo andino…

Escuchar "El Condor Pasa"; la melodía oída por nosotros alguna vez, una suerte de himno cuyos fragmentos instrumentales constan de tres partes: Yaravi, Pasacalle o "Fox" Incaico y Fuga de Huayno; es como abrir un atlas para calmar nostalgias añejas parapetadas en los atardeceres, es como librarse de la ausencia y de la dulce zozobra de un quejido diluido en la médula roída de un café mustio… ¿ustedes saben lo que significa extrañar una ciudad escuchando mentalmente las cashuas
[2] del gran Daniel? Cuando ello ocurre, en mí, Huánuco es un disco figurado del preeminente Daniel Alomía, un disco que busco insistentemente, remasterizado o digitalizado en los estantes de las disqueras... aunque el lugar donde debiera estar alineado alfabéticamente, siempre esta vacío, sin referencias, desierto; ante esa contrariedad –como un lenitivo- la memoria y la sensibilidad hacen que eclosionen en mi nariz unas ligeras fragancias de retamas, ficus, cantutas y eucaliptos… Camino, camino mucho y desconcertado, tratando de encontrarlo, mas allá de que la pesquisa sea por ahora inútil; pero es mejor así, ya que mantengo viva la ilusión de escuchar generosa y enriquecida música, como también la esperanza de regresar siempre a Huanuco, para perderme en sus ancestrales usanzas, en ese su otro estilo y disfrute calmo de la vida, en su otra visión de lo festivo, en el color atávico de sus costumbres, en esa ciudad que dormita como viejo cachorro en el centro y en lo profundo de nuestro rememorado terruño.

(Por RICHARD LEANDRO COZ, lector de “Trilce”. Devoto de Esteban Pavletich. Huanuqueño. )

[1] Para entender hasta qué punto utilizaba Alomía Robles el folklore peruano, debemos decir que la apertura de la melodía de esta cashua es un canto de amor de Jauja, cuyo texto en quechua dice: “Huk urpichatam uywakarkani” y fue publicada en el célebre libro “La música de los incas”, de los esposos D'Harcourt en el ejemplo musical N. 47, p.303, editado en París en 1925, doce años después del estreno de la zarzuela en Lima. Los tres primeros compases de la canción jaujina son idénticos, pero luego la melodía cambia totalmente. Por ello, no se puede decir que no haya auténtica creación, como variación de un tema popular, por parte de Alomía Robles… Gracias a la iniciativa de este compositor esta melodía se da a conocer y se difunde más allá de las fronteras del Perú, al punto de que otros países hermanos, infundadamente, trataron de adjudicarse su dominio en virtud de dizque cierta heredad precolombina, cuando no es así. Es peruana de cabo a rabo.

[2] La cashua, es una danza donde un corro de hombres y mujeres asidos de la mano, bailan desplazándose lenta y suavemente ejecutando un zapateo suave y elegante. Esta danza sólo se realizaba y consumaba en las grandes fiestas; contiene ritmos instrumentales donde fulgura la quena escoltada con instrumentos de percusión. El ttacteo, del verbo quechua ttactani, (patear) es un floreo vivaz insertado a menudo en la cashua, ya que consiste en un rápido y breve golpeteo de los pies sobre el suelo, sin cambiar de lugar. Es una danza de mucha gracia que exige una gran habilidad de los ejecutantes que bailan separadamente y que cada tanto se sujetan de las manos. En el incario, la música, el canto y la danza en conjunto recibían el nombre genérico de taqui, palabra que estrictamente, significa canto. Allí se conjugaban sonidos, cadencias, literatura y plasticidad corporal. Había infinidad de danzas, todas las cuales siempre estaban relacionadas con las fiestas rituales y agropecuarias En los documentos más antiguos y fidedignos de reputados cronistas de la época de la colonia, se mencionaban el jarawi, el huayno o huayño, la llamaya (danza pastoril); el harahuayo (danza de agricultores); la cashua o cachua (danza de alegría y galanteo); el haylli arahui (taqui de victoria guerrera), el tatash (danza agrícola), el auca (danza campestre), entre otros.

05 octubre 2007



Por hoy, “Huánuco está de moda” (Eslogan cojudísimo ideado por Koko Giles)

Acabo de leer con estupor, unas declaraciones de Koko Giles –Alcalde de Huánuco-, recogidas por uno de los más sensacionalistas e indigeribles diarios publicados en el Perú: “El Correo”, tirada regional ajustada a los avatares noticiosos de Huánuco. Este iluminado visionario, un ídolo de barro –y de barrio- que algunos fervorosos salseros recuerdan porque en los perdidos y sangrientos años ochenta sintonizaban “Radio Mar”, se aventuró a decir , al ser cuestionado por insertar su nombre en unos afiches destinados para difundir una actividad socio-religiosa, lo siguiente: “mi nombre genera turismo, porque Koko Giles, es una persona distinguida y conocida a nivel nacional, porque quieran o no quieran yo le he dado un nombre a Huánuco, porque soy huanuqueño y nadie me lo va quitar eso…” … ¿Qué cosa? ¿Qué? ¡Ah! Caramba. Oye, Koko, disculpa ah! Ahora resulta que tú eres más que Kotosh, las Manos Cruzadas, Shillacoto, Quicacan, Vichaycoto, Huánuco Pampa, Piruro y Garu, más que todos esos ruinosos cascajos y guijarros juntos, por decir lo menos. Ahora resulta que antes de Koko, (A.K) nuestra ciudad no tenía nombre, vivía en las tinieblas, y tuvo que venir –por obra y gracia del azar y de todos los dioses- nuestro Adán andino, Koko Giles, para darnos un nombre. O sea, el es más que todos los que poblamos y poblaron Huánuco, ya que desde su “modesta” perspectiva, nadie antes de su nacimiento, pudo darle a Huánuco algún tipo de nombradía o referencia historico-social, nadie, ya que para él -infiero- la Perricholi bien pudo haber sido su mucama, Amarilis su cocinera, Daniel Alomía Robles su pongo, Leoncio Prado su guachimán, Miguel Guerra y Fernando Fernández Flores sus bufones, Samuel Cardich y Andres Cloud sus mayordomos, y, el cholo Aparicio Pomares -si es que existió-junto con los indios Illatopa y Guaman Poma sus guardaespaldas. Pucha, es el acabose. El es el petimetre mayor. El los eclipsa a todos. Gracias Koko, los huanuqueños tendríamos que postrarnos ante ti como mínimo y erigirte como señal de pleitesía unos cien monumentos de oro bruñido. Gracias Kokito, tu eres el ungido que esperábamos. Gracias. Gracias compadre, por expeler arrogancia y majaderías imperdonables, gracias oye, por al menos decir lo que dices, pretendiendo justificar tu obcecado afán de figurar en cuanta inauguración de obras, actos oficiales, shows mediáticos, circos publicitarios o polladas bailables que se realizan u organizan en Huánuco…

Dejando de lado la ironía, lo que dijiste es un malcriado agravio para todos los que tuvimos el hado de nacer en lo que fuera el señorío de los yarowilkas. Tratar de justificar la caprichosa inclusión propagandística de tu nombre en unos afiches financiados por la Municipalidad de Huánuco para cumplir con la tarea de difundir la “Procesión del Señor de Burgos” con un argumento arropado por cegueras y mezquindades, es una tarea de bobos. Lo que te pedimos, Jesús Giles Alipàzaga, es una pizca de prudencia y un descuento, una rebaja a tu carísima pose de vedete achorada de los bajos fondos; los huanuqueños te elegimos para que te desempeñes como Alcalde y te pagamos un sueldo, un buen fajo de billetes, para que te dediques a administrar los destinos de la ciudad, para que gestiones y logres –si puedes- conseguir los suficientes recursos e inversiones para al menos tratar de cumplir y hacer carne tus promesas de campaña política; es hora de que te lo recordemos y te lo cobremos; una promesa no debe ser olvidada, una promesa se paga o se cumple, y se lo digo al estilo compadrón, para que lo entienda. Por ejemplo que al menos trate de eliminar la corrupción -peco de ingenuo-, es lo que nos prometiste; que cuando concluyas tu mandato nos entregues el nuevo estadio –chilanquito, oye- y el maravilloso mercado nuevo -con varios niveles- que nos dijo iba a legar para la ciudad; queremos que cuando parta nos entregue el final de obra del drenaje pluvial que nos ofreció, y claro, no está de más, pedirle mientras sea nuestro burgomaestre, que genere –no sé cómo- más puestos de trabajo en el sector privado, y contratos en el sector gubernamental cubiertos por concursos públicos que dijo iba a convocar apenas asumiera el rol, para rodearse de gente capaz. Pero nada de ello ha ocurrido todavía o quizá nunca suceda, como ya es habitual, y quizá también nada esperamos porque ya estamos acostumbrados a que nos mientan y nos roben la ilusión con su pellizco de esperanza más. Quizá ya estemos curtidos de tantas mentiras y arbitrariedades juntas. Nos toman siempre de cojudos… Al margen de esos lamentos, lo que no queremos Koko, es observar y escuchar algunas de tus pataletas, berrinches o caprichos, generando escenas creadas para los urracos de Magaly y no precisamente hechos políticos que puedan ser memorables… Koko, reitero, aunque no te haya votado, te elegimos para que trabajes por la ciudad, para que la administres de manera eficiente, tomando medidas oportunas y necesarias, y no para tenerte de hazmerreír ambulante o enfermizo miserable con sed de autobombo. Que Koko Giles, el patita de civil y sin cargos, disponga de su peculio personal como se le venga en gana, si quieres despilfárralo–y con ayuda- en la noche descafeinada de alguno de los casinos de mala muerte que pululan como sarna en nuestra ciudad; pero el Giles Alipazaga, la autoridad y jefe de gobierno de la ciudad, no use los dineros del erario municipal para antojos burdos y mezquinos, sino que lo administre de forma responsable buscando alcanzar un fin favorable para Huánuco al cual todos queremos, a pesar de su pobreza y abandono.

Antes de concluir, quiero señalar que, leyendo su parrafada, algo de razón tiene Giles en lo que respecta a su oficio de locutor y su huachafísimo porte de showman radial; lean lo que dice –y en tercera persona- este consagrado maestro de la soberbia: “Koko Giles, ha batido el récord en toda la historia del Perú, en lo que se llama el ranking; búsquenlo, averígüenlo, humildemente somos pioneros de la frecuencia modulada y de la televisión, en el horario de la mañana”… ¡¡¡Asu máquina, a wascha o’e!!! Aprendan mongos… En fin, pero algo de razón tiene, aún desbocado y vanidoso como en sus épocas de oro, ya que sus éxitos en la radio y en el mundo tropical son inobjetables; pero de ahí a decir que su “nombre genera turismo”, que es “una persona distinguida” -¿No será un prohombre o un cuasi dios en alguna historieta o tira cómica de Huánuco? ¿Oe, en qué canal lo pasan, ah?-, y que le ha “dado un nombre a Huánuco”, que… ¡Que no fastidie! Que un médico o un chaman domaíno le recete un poco de modestia y algo de decoro político. Quién sabe –pronunciarlo por favor, al estilo de Jorgito del Castillo-, quien sabe, tal vez alguna de sus admiradoras o todas, le hicieron una ablación de humildad, amputandole tambien la sencillez… Chau Koko. Chau, pero antes escucha, escucha a la gente de la ciudad. ¡Escucha Koko: Tus declaraciones son una soberana y tremebunda estupidez!...

29 setiembre 2007


Impresiones tras la lectura de un poema de Jaimes Garay

Hace algunos años, el año 1996 exactamente, el poeta Marco Martos publicó su “Leve Reino”, libro en el cual reunió su opus poético escrito desde el año 1965 al 1996. En una de sus páginas puede leerse un balbuceo mostrenco –no sé si es poema, anti poema, broma literaria, o patinada atroz- llamado “El poema de Sancho”, que a grandes rasgos y en cuatro líneas -si mi memoria no me traiciona, como Alan García a sus promesas electorales- reza más o menos así: “Brinca la tablita /que yo ya brinqué, /Brinca tu ahora / que yo me cansé…” Justo es reconocer que Marco Martos tiene muchos poemas memorables, además de varios cuentos que merecen no figurar en ninguna antología literaria; pero, al margen de sus virtudes, quiero rendir un homenaje a esta sima poética de Martos, escribiendo unas cursísimas estrofillas a continuación, remedando algunos trazos plasmados por -según él y sus socios del dizque Movimiento Literario Pillko- el ilustrísimo, brillantísimo, destacadísimo y magnánimo docente huamaliano llamado Jhon Isauro Jaimes Garay.
Ya que Isauro se anima a publicar lo suyo, me dije: ¿Por qué no publicar mi bodrio que demandó pocos minutos hacerlo, mi lábil mejunje de chingana que no necesitó iluminación de las musas, ni un trance especial -producido por unos tragos de san pedros o ayahuasca- ni mucho menos la lira del espíritu santo? Total, ¿qué pierdo, la vergüenza? -Pero si hay muchos desvergonzados que se alucinan poetas o dicen tener un don especial cuando en realidad lo que tienen es un caradurismo a prueba de bombas y un tufo monumental de majaderos desfachatados-. No soy poeta, no pierdo nada, aporto más bien con un chascarrillo a la historieta ultra marginal de la literatura, y ¡zas! –a lo Chavo- Se acabó y punto (como las letras del valse, pero dedicado a los poetastros) Claro. ¿Porque no?, me dije, y ¡zacate!
Nótese que en este cachivache poetastril hay palabras como anticucho, prestiños y folganzas; me excuso, reitero, no soy poeta; se que esta trastada es un Frankenstein anti-literario, pero bueno, que diablos, son estrofitas cándidas y mamonas que servirán como pasto para avivar el fuego del olvido; lo que espero es que no se apague en el intento –por las dudas, preparen kerosene-:

Anhelo poseer los cielos
para devastar sus soles
y transmutar en albas
sus cascajos y cenizas;

Y de las albas
erigir corazones o prestiños de mirtos
henchidos de voces
que te recuerden
a cada instante
Ciudad,
porque eres mi sol y mi luz
cuando vuelvo.

Tan pulcra y prístina, como las nacientes
del extenuado Huallaga,
en el yermo de mi tumba
añoro tus bálsamos
tu nez y nuestras folganzas,
tus áureos pies y tus vencidos responsos
bajo los adioses sin olvido…

Sin los crepúsculos de noviembre,
bajo el puente de una ciudad moribunda
allí, sin dientes, un cadáver quedó
como carcasa
renuente de soles y universos,

no pudo ser
ni alba, ni anticucho, ni corazón
porque llegó tarde como estas saudades
a su catacumba en llamas…

¡Oh! Dolor de la calma,
la Ciudad ya no es su sol ni su luz
es solo polvo, polvo y guijarros!
¡Oh! Dolor que desalma….

Quizá hubiese sido mejor “dolor que desangra”, pero –según me aconsejaron unos ebrísimos rapsodas del grupo irónico-antiliterario “Huallayco Vida”- peca por redundante y hastiada; a este sancochado, a este refrito lo voy a rotular “En el Día de los Muertos”; es un homenaje ramplón que brindo a Marco Martos, homenaje que se me ocurrió rendirle después de leer los “poemas sociales” (léase de manera cachacienta –con una sonrisa híper cachosa-) de Isauro, homenaje que le rindo de puro antojadizo y cabrón nomas (léase teniendo presente la primera acepción del término cabrón). Espero aportes y vuestras críticas acidas, urticantes, viperinas y sin miramientos, como un familiar de luto espera la autopsia de su deudo en la morgue. Café para todos, yo invito, y que algún devaluado dios lo pague.

28 setiembre 2007




El Shincal,
Ciudad Inmortal del Imperio Incaico
[1]


Llegar a Belén de noche es una suerte y una desgracia. Desgracia porque nos perdemos la contemplación primera del desierto, la llanura inmensurable y el viento. Una suerte, porque avanzamos en la oscuridad desentendidos de los rigores de los crudos inviernos y los sofocantes veranos para llegar a una ciudad toda verde, llena de vida y caras sonrientes.
Esperando descubrir el secreto de la ciudad inmortal, la fundada cinco veces, la Londres de Catamarca, me encontré una noche lluviosa munido de una carpa y un mapa en el centro mismo de Belén, una ciudad vecina. Entonces tuve el primer contacto con aquella cultura, descendiente directa de los bravos calchaquíes. De aquellos grupos de guerreros se recuerda su valor, su espíritu de lucha, sus grandes caciques: Juan Chelemin, Juan de Calchaquí y Pedro Chumay, quienes encabezaron un alzamiento, quizás el más importante y prolongado de que se tenga cuenta. Expulsando a los invasores de la ciudad de Londres en el año 1630, la resistencia los mantiene alejados por tres años, sucumbiendo luego ante el poder de fuego español, mucho mayor y moderno. Los grandes caciques fueron desmembrados y expuestos para escarmiento.
Todos estos recuerdos fluían en mi mente cuando conocí por vez primera la calidez de los habitantes de la zona, mi pobre carpa de mochilero jamás salió de su saco, espontáneamente recibí invitaciones para alojarme en casas particulares de gente que luego sirvió de guía en mis recorridos.
La ciudad de Londres recibe su nombre como fruto de un homenaje que le rinde el fundador a las nupcias de Felipe II con María Tudor en 1558. Pensada como un eje entre Santiago del Estero y Chile, Juan Pérez de Zurita funda, cuando no, una ciudad ya existente.
Fue en 1470 cuando da inicio en el lugar la construcción de la capital incaica que formaba parte de la avanzada del Imperio del Tawantinsuyo en territorio calchaquí. De arquitectura semejante a otras existentes en el Cusco, El Shincal toma su nombre de los Shinqui, especie de arbusto de la zona.
Muchos datos cargaba en mi imaginario pero aun faltaba el contacto real con las ruinas. Luego de una breve caminata por calles de tierra y arena, plagada de flores silvestres encontramos el rastro del antiguo centro administrativo. Entonces todo cuanto sabía quedo olvidado, la sorpresa, la fascinación, todo era poco ante el espectáculo de las ruinas del Shincal.
Dos morros o colinas de unos 25 metros de alto, elevados de su altura natural artificialmente custodian el centro cívico. Frente a lo que fuera la plaza de armas, el morro principal con una escalinata de más de cien peldaños nos conecta con una plataforma dedicada seguramente al culto de Inti.
Un acueducto de tres kilómetros de longitud acercaba las aguas del río Quimivil, los almacenes acopiaban los frutos de la zona y en el centro de la ciudad, el Ushnu, o trono, el más grande al sur del Cusco y residencia del Curaca o gobernador, que allí sentado presidía ferias, desfiles militares y recuas de llamas cargadas de metales rumbo a la capital del Imperio.
Centro administrativo y de culto, espacio de redistribución de bienes, capital de una provincia del imperio, El Shincal brillo por 60 años. Nacido del movimiento expansivo que propicia el Inca Pachacútec, es Tupác Inka Yupanqui quien en 1471 domina a los diaguitas y calchaquíes, organizando la explotación de las minas de oro, plata, cobre y estaño, a tan solo una jornada de El Shincal.
Es allí donde Zurita funda Londres, de allí lo corre el levantamiento de Juan Chelemín en 1636, obligando a una nueva fundación de Londres.
La gesta de Chelemín duro tres años. Desde entonces y hasta su descubrimiento en 1901 el silencio, el monte de shinquis y el olvido fue todo lo que quedó del antiguo esplendor. El recorrido casi fantástico por las ruinas nos obliga a pensar en la también casi fantástica caída del Incario, vasto y poderoso imperio.
Es fácil confundirse ante estas cuestiones. Pero con solo caminar por las calles de Londres y Belén actuales podemos encontrar un poco de luz en estas cavilaciones. La gente, que día a día afronta el recio sol con sus rostros cobrizos, con sus usutas de factura casera nos señala algunas respuestas. Nos susurra la memoria viva de las antiguas glorias y el orgullo y la esperanza del presente.




[1] El Shincal se encuentra a 6 kilómetros de la ciudad de Londres, a 9 de Belén que es la cabeza departamental y a 300 de San Fernando del Valle de Catamarca, Argentina.


POLÍTICOS DEL MUNDO…

“Entre dos males hay que negarse a aceptar el menor y proponer entonces un bien, pues desear el mal es de tontos y no ver el bien es de ciegos.” Noam Chomsky

Cuando cuestionamos a tal o cual político, cuando polemizamos con uno u otro ideario político, cuando decimos pertenecer a un partido político, no hacemos sino aceptar como "orden natural" un sistema que proclama la necesaria existencia de los políticos, las doctrinas y los partidos.
Ahora bien, si la política es la ciencia artesanal de guiar a una sociedad hacia el bienestar general, hacia un orden en el que todo individuo que lo desee pueda elevar su calidad humana, podría pensarse que cualquier ciudadano generoso y sensible, si posee la voluntad y energía suficientes, es apto para ingresar en el círculo político, articular esfuerzos y opiniones, alcanzar un cargo influyente y usar el poder para aplicar sus fórmulas de servicio a su comunidad. Pero el sistema político excluye y pervierte precisamente a esta clase de personas, es decir, a quienes tratan de no causar daño al semejante, a los que no emplearían medios ilegales ni inmorales (el distingo es justo porque lo legal suele ser inmoral y viceversa) para abrirse paso.
El resultado es un país como el Perú, administrado por un grupúsculo de trepadores, monomaniacos del poder, delincuentes de cuello blanco y profesionales envilecidos, indiferentes al sufrimiento de sus hermanos. Pero no seamos ilusos: en todos los países del mundo, sin excepción, se oficia este culto desaforado a las potencias materiales. La sensación de que el sistema político democrático es un fraude y de que el gobierno no representa realmente al pueblo existe incluso en EE.UU., donde, según el lingüista y activista contracultural Noam Chomsky, el 80% de la población suscribe esta opinión.
El político tradicional, si tiene pasta de "ideólogo" -y mucho mejor si en sus años mozos fue puro de intenciones-, comenzará por plasmar en el papel su particular diagnóstico socioeconómico y su receta para alcanzar la Gran Meta Altruista. Pero él sabe que, con el tiempo, irá desapasionándose, añadiendo reservas a su corazón y enmendaduras a un texto devenido en excusa lírica para conseguir poder. Al final sólo los ingenuos y los desesperados creerán en la doctrina original, o en los eslóganes (porque muy pocos leen). Y si alguno de estos es muerto por mantener su credo político, mucho mejor, porque la sangre santifica cualquier causa.
Una vez escrito su librito canónico, nuestro político, en compañía de dos o tres camaradas, diseñará su partido político, sus consignas, su jerarquía, su reglamento interno. Aglutinará a sus "bases populares" y escogerá a sus lugartenientes locales de entre los más fanáticos, aunque sean ambiciosos solapados, porque al principio jamás replicarán. Nótese desde ya la esencia dictatorial de nuestros partidos políticos "democráticos", tendencia colmada con el paulatino endiosamiento del líder.
Cuando el partido se haya robustecido lo suficiente tras algunas aventuras electorales y demostraciones de fuerza, el jefe "negociará" con esos mismos sectores sociales, industriales, sindicales o mafiosos a los que dice odiar cuando habla ante sus fieles, y transará el indispensable apoyo financiero para la campaña electoral definitiva -porque habrá que gastar millones en propaganda, viáticos y otros recursos menos confesables, como la contratación de matones y la destrucción de honras-, siempre a cambio de ciertas prebendas si obtiene la victoria. Con frecuencia ni siquiera tiene que adelantarse; son los oligarcas nacionales y extranjeros quienes lo escogen por sus cualidades personales y públicas.
Convertido nuestro político en presidente de la República, o en congresista, o alcalde, o regidor, elegirá a dedo a ministros y asesores y repartirá el botín estatal entre sus allegados y padrinos. En estos días la gula monetaria y la grotesca egolatría de los políticos es exhibida por los medios de comunicación con obscena prolijidad ("noticia", le dicen), pero semejante "transparencia periodística" sólo sirve para insensibilizarnos ante esta clase de violencia, por no mencionar los paradigmas negativos que genera en las mentes más larvarias.
Desde luego, esta danza con Mefisto tiene un precio: el político tendrá que vender su alma y su cuerpo si en verdad anhela el éxito. La del político es una vida monstruosamente extrovertida, una mascarada interminable: todas sus palabras, sus gestos, sus fuerzas y su saber estarán orientados únicamente a la obtención del mayor poder posible. Toda idea, valor moral, obra de arte, libro y conocimiento académico serán estimables para él según su utilidad en la ascensión al poder. Toda relación con otros seres humanos será prescindible si las circunstancias lo exigen, aunque se trate de la propia familia (decía Nietzsche que el político divide a la humanidad en dos grupos: los enemigos y los instrumentos). A toda hora, de día y de noche, en la salud y la enfermedad, en la riqueza y la pobreza, los votos luciferinos del político le exigirán hasta la última gota de su sangre para luchar por el poder, por su poder. Y, hay que decirlo, sólo perseveran en este camino quienes tienen una constitución especialmente resistente a la carencia de paz; diríase que son tipos escogidos desde el nacimiento para encarnar a ciertos demonios...
Mientras tanto, el pueblo de los países "tercermundistas" juega el papel de cadáver o caldo de cultivo donde proliferan las cepas de políticos, estadistas y demás organismos voraces; un caldo de cultivo que es preciso vigilar siempre para que no pierda sus propiedades nutritivas. Por eso las grandes mayorías de nuestra patria nunca deben librarse de la miseria real o inminente -y nos referimos tanto a la miseria económica como a la espiritual-, vastos sectores de población malvivirán eternamente en ciudades caóticas o en basurales, jamás habrán de gozar de atención médica pasable ni de pensiones decentes para jubilados, sudarán diez o doce horas al día para ganar unos cuantos centavos y no podrán escapar jamás de esa vida violenta y violada, truncada a golpes, sometida al hechizo embrutecedor de medios de comunicación cómplices. Los políticos medran gracias a esta hecatombe humana; todo lo que tienen que hacer es exacerbar las bajas pasiones de la muchedumbre, comprar votos con sacos de arroz o ropa barata (o con obras tardías publicadas como gran cosa y que sólo son la obligación de la autoridad), y asegurarse así la patente de corzo para los próximos años.
La condición del político deshonesto aquí expuesta es intemporal. Gente de esta ralea fueron todos los conquistadores, Mesías nacionales y caudillos militares o seudo-religiosos que no se detuvieron ante el clamor de cientos de miles de víctimas, por no hablar de millones, y que pese a su pompa oficial apenas eran energúmenos inteligentes. En su versión doméstica, son todos aquellos que con sólo firmar un papel condenan a la frustración y a una muerte lenta a muchísimas personas.
En cuanto al sistema que legitimiza al político, también hay algo que decir. Una opinión política no puede resumirse en unas pocas palabras, y mucho menos se reduce a una "X" sobre una cédula de votación. Una "X" era lo que ponían los indios norteamericanos en los contratos que legalizaban la expropiación de sus tierras. Esta falsa democracia, "abuso de la estadística" como la llamaba Borges, esta democracia que perenniza la esclavitud de las naciones desvalidas como el Perú y el aborregamiento del consumidor satisfecho en los países "primermundistas", es la excusa formal de la guerra sucia que libran unas cuantas cúpulas políticas tiránicas para amarrarse con las cúpulas financieras y militares. En el caso peruano, nosotros, los peatones, estamos obligados, bajo pena de multa y de pérdida de derechos ciudadanos, a dar nuestro visto bueno al festín de las hienas.
Pero, ¿no es todo esto una satanización de los políticos? ¡Claro que sí! Más que eso, es el reconocimiento de su antihumanidad puesta al servicio de un sistema que, en términos que emplearían Cristo y Wagner, ha renunciado al amor para ganar el dominio del mundo. La política es un indicador del grado de diabolización de una sociedad autófaga en la que oficinistas, obreros, amas de casa, militares, estudiantes y lumpen echan mano de trampas laborales, drogas, líos familiares, hipocresía, estupidez, balas, cuchillos, chismes, estafas, etcétera, para dañar al prójimo con tal de sentirse fuertes y seguros (Por cierto, conceptos como el diablo y el amor son símbolos ilustrativos para comprender racional y emocionalmente el fenómeno humano, que supera, aunque no nos guste, el examen aséptico y "objetivo").
La batalla política, pues, sólo favorece a los inmorales y a los megalómanos y se ha convertido en un fin de por sí, cuya máxima bendición es el poder. Pero si, como dijo algún griego, animales políticos son todos los ciudadanos con criterio suficiente, quizá la función de los políticos de carrera sea la de enseñarnos a hacer política sin partidos ni Estado tal como ahora se los entiende, porque la política actual en todo el mundo es la antítesis de los valores humanos. Cumplida su misión, estos señores podrían dedicarse a otra cosa o extinguirse en paz. Vale decir, los genuinos políticos, aquellos que saben que existe una oposición real y fecunda entre el poder y el amor, tendrían el deber de abogar por una elevación de la conciencia humana que conduzca a la desaparición de los políticos y de sus poderosísimos aliados.
En nombre de los millones condenados a vivir como muertos, en nombre de los millones que seguirán muriendo o degenerando si nada se hace, es tiempo de enarbolar esta bandera. Pero que no sea una de tantas banderas -todas han sido mancilladas por los políticos-, tampoco la elección del mal menor ni el sometimiento a un sistema podrido que recomienda más pudrición para sanar, sino un alarido espléndido y sincero, la voz incontable de la Regeneración del mundo.




-Este artículo fue escrito por PEDRO DIEZ CANSECO MUÑOZ (-Trujillo, 1970-. Estudió Antropología en la Universidad Nacional de Trujillo –UNT-. Es Licenciado en Medios Audiovisuales –UPN-. Ha recibido diversas distinciones y premios en concursos literarios.); antes que se pierda en la ruma de revistas de mi habitación, lo posteo por exigencia de un problemático atisbo crítico.