10 noviembre 2010

Un candidato regional con oscuro pasado

A propósito de lo que se publica hoy en “Perú 21”, hasta ahora no logro entender a algunos “illuminati” recontra engreídos de la democracia peruana –llámense políticos, periodistas, sociólogos o intelectuales de distinta laya- quienes blanden de cuando en siempre la obcecada, intransigente y miope forma de desacreditar, de golpear irreflexivamente a otro, aporreándolo con un argumento caprichoso y chuscón (ha sido terruco, cumpa, comunista, rojimio y ahora es caviarón), que pretende demoler y cuestionar sin duda o reparo alguno -disparándoles todo el peso de su reprochable pasado revoltoso- a aquellos políticos peruanos que no militan en los “paraísos” fictos de la derecha domestica y el atroz “neoliberalismo bizarro-campechano peruano”. Pasado reprochable y condenable sí, pero no por ello castrador de oportunidades de cambio -de reivindicación y transformación personal-, o que a raíz de ese impetuoso pasado político imberbe se los condene al ostracismo de los sin voces o al imperio de una de las más nefastas censuras: la neo-proscripción política, la revitalizada “caza de brujas” que estos modernos cruzados de rancia peruanidad y abolengo cuadrúpedo enarbolan con la finalidad de perseguir de manera exageradamente sesgada a sus enemigos declarados –al margen de si sus acusados “de sospechoso pasado terruquito” son inocentes o si tienen una culpabilidad real- y atraparlos con un marbete acusador-descalificador y confinarlos a cualquier reducto del olvido o a las jaulas del gran pánico moral de solo pronunciar sus nombres

Si todos en el Perú y América Latina razonáramos como nuestros dizque defensores de la “pluralidad, la libertad y la democracia”, y resguardáramos la pureza inmaculadísima de los actos (si escribo praxis me van a acusar de neo-marxista) y las ideas de la “gran política peruana” como lo vienen haciendo “nuestros” aguerridos paladines libertarios y veedores sacrosantos de la libertad de prensa, de la existencia de la República misma y el cuidado de la fe en la DEMOCRACIA –con mayúscula para que no quepan dudas- encaramados como modernos Torquemada en las redacciones, oficinas, talleres gráficos, sets de televisión, clubes y residencias de los dueños y empleados de “El Comercio”, “Perú 21”, “América Televisión”, “El Correo”, “La razón”, “Expreso” “El trome” etc, etc. ni Dilma Rousseff (presidenta electa del Brasil, guerrillera en los años setenta, estuvo presa durante tres años periodo en el cual fue torturada), ni José “Pepe” Mujica (integró el Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros; participó en varios operativos guerrilleros -o terroristas, según quien lo mire o juzgue- y pasó casi quince años de su vida en prisión.), ni el vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera (ideólogo del Ejercito Guerrillero Túpac Katari; estuvo preso durante cinco años en los años noventa.) –por citar solamente a algunos- hubiesen llegado a ocupar los altos cargos de poder político y enorme responsabilidad de sus respectivos países.


Lo que puedo decir a favor de Gerardo Viñas –a quien no conozco ni estoy vinculado políticamente- o de cualquier otro político peruano que quiera llegar a presidir o representar determinadas cargos de poder democrático es que, si participan con las reglas de la democracia y llegan a ella para ejercerlas con sus cánones y practicas consabidas –y que puedan hacer sus aportes para enriquecerla y no denigrarla- sean aceptados como cualquier otro que quiera acceder a esos cargos electivos mediante el voto y el respaldo popular.