05 febrero 2008

MISA DE REQUIEM


Para Zita, in memoriam

Como tantas otras veces en la oscuridad
pronuncio palabras, todas las palabras…
Como tantos otros oficios
ejerzo esté -que no es mío-:
Vivo en las penumbras
y no tengo que preocuparme.

Convendría sentirme triste
porque soy el último de mi estirpe,
y el final de una alegoría;
convendría creerme una lápida
o el final de una tuerca.

Acostado bajo las sombras,
sueño con Zita, con su fin sin fin
perdida en una ciudad con demasiados cuarteles.

Sueño con Zita, con su nez sin faz,
acostada en la matriz de unos inviernos,
frente a unos andenes colmados de muertos...


El apocalipsis es un lugar, me digo,
tan próximo o casi presente que
me habla en la obscuridad
con el lenguaje de los dioses del Tahuantinsuyo,
reinventando sus iras, y sus cosmogonías,
susurrándome al oído
que ya estoy muerto como esos dioses,
que soy solo un sepulcro vacío y espectral…


No tienes que preocuparte, me dice
pero nadie más que yo lo oye…