23 octubre 2007



A PROPOSITO DE LA MANIFESTACION NACIONAL CONTRA LA CORRIDA DE TOROS

Don Miguel de Unamuno y el Premio Nobel de Fisiología y Medicina don Santiago Ramón y Cajal aborrecían y rechazaban sin cortapisas las corridas de toros, ese espectáculo sangriento y cruel, brutal y primario que algunos osan llamar arte. Si bien es cierto que es de esas definiciones difíciles de constreñir, de asir, de precisar con pocas palabras lo que encarna, entiendo que el arte es una de esas razones o impresiones sublimadas de la conciencia social de la humanidad en los cuales se transmite sentimientos y emociones que nos causan determinada dosis de placer mediante el auxilio de signos, formas, gestos u objetos. Que la literatura, la música, la pintura o la escultura tengan determinadas cuotas de obscenidad o de monsergas con moralinas, de fiereza y crudezas que pueden espantar o herir susceptibilidades, pues, mientras no dañen profundamente la sensibilidad y la integridad del otro a quien podemos llamar mi prójimo o mi infierno, son si se quiere tolerables –al menos para mí- ya que forman parte de una de tantas manifestaciones de nuestra condición humana. Pero de ahí a llamar arte a la crueldad, decir que es sublime el sufrimiento lastimero de un indefenso animal, argumentar que el toro no sufre cuando en las narices empolvadas de rapé de sus defensores el animal es sometido a una tortura aterradora de manera previa mediante la perforación que realizan los picadores a la altura de la cruz del mamífero con unas puntas de acero que dañan sus pulmones, querer negar mediante eufemismos el padecimiento que vive mientras esos arpones llamados banderillas horadan y desgarran todos los músculos del cuello del maltrecho bovino con cada movimiento que realiza, aclamar como condenados el espectáculo atroz de la agonía del toro que muere vomitando sangre con una espada clavada entre las vertebras del cuello y con el corazón agujereado y con la medula espinal seccionada y con la aorta destrozada y con el cuerpo sangrando y con la mirada perdida… ¿Arte esa vaina? ¡No me tomen de cojudo! Nos quieren hacer creer los defensores de la tauromaquia y del sadismo infernal –como el marquesito huachafo ese, el cojinova godo de Valero de Palma, el monguísimo cromañón sediento de sangre que escribe en Caretas- que el toro no sufre; ¡¡¿Que el toro no sufre?!! ¿Y si invertimos los papeles, y si el marquesillo hace el papel del no sufriente y el toro el papel de matarife con cara de pelotas tristes? ¿Y si me dispensan la inocentada de creer que es posible este mundo del reves, al menos en este caso?... ¿Y si la conciencia social de la humanidad y sus sublimaciones, si acaso existen –ya dudo de todo- renuncian de pronto a seguir soportando y propiciando este tipo de vejámenes y crueldades, de humillaciones y baños de sangre a los cuales se ven sometidos otros seres vivos por el solo hecho de creernos los amos de la naturaleza?... no me joroben, la tortura no es arte, ni mucho menos puede ser "alta cultura" esos movimientos de mariquita arrobado por la ovación de la chusma dizque elegante y con guantes, del torero babanca emperifollado con su trajecito de trapos multicolores y chillones…
Me sumo desde mi rincón a la manifestación contra la corrida de toros del 28 de octubre, por no encontrar argumentos razonables ni plenamente válidos que expliquen dichas matanzas públicas.

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