TÚPAC YUPANQUI: DESCUBRIDOR DE OCEANÍA
José Antonio del Busto, profesor de una trayectoria genial y uno de nuestros más importantes y lúcidos historiadores, publico en el año 2006, meses antes de fallecer, “Túpac Yupanqui: Descubridor de Oceanía”, texto donde plasmó su teoría acerca de la expedición realizada por el inca a la Polinesia.
El punto de partida de los trabajos de este investigador es La historia sobre los incas escrita por el cronista Pedro Sarmiento de Gamboa. También los manuscritos de Miguel Cabello de Balboa y fray Martín de Murúa. De éstas, la crónica del primero aparece como un testimonio de vital importancia pues logra recorrer en numerosas ocasiones -como súbdito de la Corona Española- el Mar del Sur u océano Pacífico.
Según estos cronistas, el príncipe imperial Túpac Yupanqui zarpó de la costa ecuatorial, (posiblemente de Manta) entonces gran centro comercial y marítimo, motivado acaso por el arribo a sus territorios de nativos procedentes de las islas de Auchumbi y Ninachumbi. Dispuesto a sobrellevar nuevas experiencias, se hizo a la mar con una flota de embarcaciones a vela (alrededor de 120) y algo más de 2000 guerreros. En estas condiciones cruzó el Pacífico en unos 90 días, tras vencer 4000 millas marinas.
La flota siguió un derrotero que supo aprovechar vientos y corrientes (verificables actualmente en los modernos pilot charts). Las balsas eran seguras, únicas e involcables. Tampoco debió haber problema con los alimentos pues seguramente embarcaron grandes cantidades de carne seca y por abundar los recursos ictiológicos a lo largo del trayecto. Con la bebida pasaría otro tanto. El agua iba en calabazas y cañas huecas, las cuales volvían a llenarse con las lluvias de alta mar.
A su debido tiempo la expedición dio con Auchumbi (la Isla de Afuera), hoy Mangareva, en el grupo de las Gambier y, posteriormente con la volcánica Ninachumbi (la Isla de Fuego), hoy Isla de Pascua o Rapa Nui. También llegaría a Nuku Hiva, en el archipiélago de Las Marquesas, donde se conservan quipus y que en la actualidad se llaman quipona. Con esto se demuestra que el joven inca, cumpliendo un periplo famoso a través del océano Pacífico, se le adelantó 55 años a Hernando de Magallanes.
Vayamos ahora a las evidencias que dan sustento a esta teoría para nada “tomada de los pelos”.
En primer lugar existe en Mangareva el estrecho de Tupa, también se conserva la leyenda de Tupa y se baila la danza del Rey Tupa. El estrecho se nombra así porque allí hizo su arribo el misterioso personaje y su espectacular comitiva. La leyenda habla de un monarca “colorado” que llegó con una flota de enormes balsas a vela procedente de un país lejano, situado al oriente. En consecuencia, la danza conmemora el feliz desembarco. Por último, Mangareva hoy en día es la única ínsula oceaniana con balsas de velas que recuerdan a sus similares ecuatoriales americanas.
Como se ve, las coincidencias son muchas, empezando por el nombre del rey Tupa o Túpac, personaje de andina pigmentación cobriza (colorada) desconocida por los isleños. El monarca llegó, deslumbró y se fue, volviendo a su levantino reino tras llevar la edad de los metales a un pueblo inmerso, hasta ese momento, en la edad de piedra.
En segundo lugar relevaremos las evidencias existentes en Pascua o Rapa Nui, la “Isla de los veinte volcanes”. Allí, casi oculto, existe el templo de Vinapú; construcción de innegable arquitectura cusqueña, levantada de acuerdo a los patrones imperantes en la época de Túpac Inca. Ésta es sin duda la prueba más fiel de la presencia incaica en la isla. Pero no es lo único. También está la evidencia de un filón de raza andina entre la población nativa de la ínsula que, si atendemos escritos posteriores (crónicas), hablaba quechua o runa simi. En Pascua, existen palabras quechuas. Lo que tienen en la cabeza esos monolitos llamados moais, es una corona de piedra roja, y el tocado se llama puka. Y puka en quechua es rojo. Finalmente como nota romántica y nostálgica, se recuerda la leyenda de la dulce Uho, doncella raptada por una mancha de quelonios marinos que la llevaría, navegando, al país donde nace el astro rey. El país, caso notable, estaba envuelto por un denso banco de neblina. Esta situación alarma a Uho quien teme adentrarse en una creciente oscuridad. Entonces, busca refugio en su captor, un príncipe amo de la tortuga mayor o balsa real (con caseta adosada) pues como las balsas, las tortugas viajan con su casa a cuestas. En la leyenda, el príncipe quien está llamado a ser monarca en su país, no se llama Tupa o Túpac pero es nombrado como Nahuna-te-Ra’a, nombre exótico que para sorpresa nuestra se traduce “Hijo del Sol”… Hoy en la isla de Pascua, acaso desde entonces, se denomina “tupa” a las torrecillas de piedra desde las cuales se espera y avista la llegada anual de las tortugas.
El príncipe regresó a su país con los vientos sures, en otras palabras siguiendo la corriente peruana o de Humboldt –verdadero río antártico que produce, por evaporación, la “camanchaca” o gran neblina temida por la bella Uho- y siguió por una costa orillada de pinnípedos hasta el reino del Gran Chimú. Allí, recogió mucho oro y, dejándose llevar por los vientos y las corrientes, arribó a su punto de partida en Manta. El gran periplo, el mayor y más importante viaje marítimo de la antigüedad peruana, había terminado. Lo último fue el desfile de la victoria, el ingreso triunfal de los expedicionarios al Q’osqo.
En cuanto al resto, la crónica es parca. Esta nos habla de fiestas y que el príncipe entregó a su anciano padre, entre otros trofeos, hombres negros (melanesios) y huesos y pellejos de unos animales semejantes a caballos (los pinnípedos o lobos marinos del litoral). Pero, más allá de la gloria y el jubileo, Túpac Yupanqui (como Colón respecto a América) nunca se supo descubridor de Oceanía.
Por la importancia de sus logros, Túpac Yupanqui es el gran hacedor de la antigüedad peruana. Décimo rey inca, segundo emperador del Tawantinsuyo, quinto señor de la dinastía Hanan Q’osqo. Casi todo el territorio que hoy es nuestro (como así el de Ecuador y el de Bolivia) fue forjado por él y sus ejércitos. Por tanto, es el mayor conquistador dado al mundo por la raza cobriza de América. Algunos, tratando de enaltecerlo, lo han llamado el Alejandro del Nuevo Mundo pero, a decir verdad, el cusqueño se expandió más que el macedonio.
Túpac Yupanqui fue un estratega excepcional y un estadista relevante. Quechuizó naciones, civilizó la cordillera y pretendió culturizar su mundo conocido. Los actuales límites del Perú se los debemos a él que los conquistó y a Francisco Pizarro que los resguardó. "Él hizo ocho campañas militares que son notables. Dos al Chinchaysuyo, dos al Contisuyo, dos al Collasuyo, dos al Antisuyo, terminó barriendo todo el territorio actual del Perú. Por el oriente navegó en las balsas ecuatorianas, las reprodujo en el río Amarumayo, que es el Madre de Dios y se fue hasta Bolivia y llegó hasta el Brasil. Y todavía mandó gente por tierra para que fuera más a dentro, donde estaba el río que todavía tiene el nombre de Paititi. Era un gigante en materia de conquistar. En sus tiempos partieron expediciones que llegaron a México. En este momento hay pueblos allí que se reconocen oriundos del Ande". Sus súbditos lo llamaban Túpac Yaya es decir, “padre de todos los hombres” por ser, según Garcilaso, “… el Señor que tanto los amaba y tanto bien les hacía”. También recibió los apelativos de Grande y Justiciero. Más querido que el mismo Pachacútec, llegó a ser reconocido como el mayor de los soberanos incas.
Este es, a grandes rasgos, Túpac Inca Yupanqui, el Resplandeciente, conquistador del Ande y emperador de los Cuatro Suyos, descubridor de Oceanía y junto a Pizarro, forjador del actual Perú.[1]
[1] Decimos esto pues el término Perú es una construcción puesta en circulación, tras el arribo al Nuevo Mundo de los conquistadores y colonos españoles; aunque con fines prácticos, muchas veces solemos hablar del Perú antiguo. Hoy en día sabemos que nuestro país es producto de la superposición de distintas corrientes civilizadoras, siendo dos de las más importantes la hispánica y la cobriza. Desde el punto de vista cultural, fueron Pachacútec y Pizarro, -personajes iletrados ambos-, los padres de la cultura peruana. Pachacútec es el promotor de la cultura andina y Pizarro es el promotor de la cultura occidental. Ahora bien, según el profesor Del Busto, los personajes que más han contribuido a cimentar -consciente o inconscientemente- la idea de nación peruana, son: Pachacútec, Túpac Yupanqui, Francisco Pizarro, Garcilaso, José Gabriel Túpac Amaru, Juan Pablo Viscardo y Guzmán, Ramón Castilla, Miguel Grau, Francisco Bolognesi y Andrés Avelino Cáceres. Según su parecer, al cual suscribo, son los que más han hecho por la peruanidad, directa o indirectamente.
El punto de partida de los trabajos de este investigador es La historia sobre los incas escrita por el cronista Pedro Sarmiento de Gamboa. También los manuscritos de Miguel Cabello de Balboa y fray Martín de Murúa. De éstas, la crónica del primero aparece como un testimonio de vital importancia pues logra recorrer en numerosas ocasiones -como súbdito de la Corona Española- el Mar del Sur u océano Pacífico.
Según estos cronistas, el príncipe imperial Túpac Yupanqui zarpó de la costa ecuatorial, (posiblemente de Manta) entonces gran centro comercial y marítimo, motivado acaso por el arribo a sus territorios de nativos procedentes de las islas de Auchumbi y Ninachumbi. Dispuesto a sobrellevar nuevas experiencias, se hizo a la mar con una flota de embarcaciones a vela (alrededor de 120) y algo más de 2000 guerreros. En estas condiciones cruzó el Pacífico en unos 90 días, tras vencer 4000 millas marinas.
La flota siguió un derrotero que supo aprovechar vientos y corrientes (verificables actualmente en los modernos pilot charts). Las balsas eran seguras, únicas e involcables. Tampoco debió haber problema con los alimentos pues seguramente embarcaron grandes cantidades de carne seca y por abundar los recursos ictiológicos a lo largo del trayecto. Con la bebida pasaría otro tanto. El agua iba en calabazas y cañas huecas, las cuales volvían a llenarse con las lluvias de alta mar.
A su debido tiempo la expedición dio con Auchumbi (la Isla de Afuera), hoy Mangareva, en el grupo de las Gambier y, posteriormente con la volcánica Ninachumbi (la Isla de Fuego), hoy Isla de Pascua o Rapa Nui. También llegaría a Nuku Hiva, en el archipiélago de Las Marquesas, donde se conservan quipus y que en la actualidad se llaman quipona. Con esto se demuestra que el joven inca, cumpliendo un periplo famoso a través del océano Pacífico, se le adelantó 55 años a Hernando de Magallanes.
Vayamos ahora a las evidencias que dan sustento a esta teoría para nada “tomada de los pelos”.
En primer lugar existe en Mangareva el estrecho de Tupa, también se conserva la leyenda de Tupa y se baila la danza del Rey Tupa. El estrecho se nombra así porque allí hizo su arribo el misterioso personaje y su espectacular comitiva. La leyenda habla de un monarca “colorado” que llegó con una flota de enormes balsas a vela procedente de un país lejano, situado al oriente. En consecuencia, la danza conmemora el feliz desembarco. Por último, Mangareva hoy en día es la única ínsula oceaniana con balsas de velas que recuerdan a sus similares ecuatoriales americanas.
Como se ve, las coincidencias son muchas, empezando por el nombre del rey Tupa o Túpac, personaje de andina pigmentación cobriza (colorada) desconocida por los isleños. El monarca llegó, deslumbró y se fue, volviendo a su levantino reino tras llevar la edad de los metales a un pueblo inmerso, hasta ese momento, en la edad de piedra.
En segundo lugar relevaremos las evidencias existentes en Pascua o Rapa Nui, la “Isla de los veinte volcanes”. Allí, casi oculto, existe el templo de Vinapú; construcción de innegable arquitectura cusqueña, levantada de acuerdo a los patrones imperantes en la época de Túpac Inca. Ésta es sin duda la prueba más fiel de la presencia incaica en la isla. Pero no es lo único. También está la evidencia de un filón de raza andina entre la población nativa de la ínsula que, si atendemos escritos posteriores (crónicas), hablaba quechua o runa simi. En Pascua, existen palabras quechuas. Lo que tienen en la cabeza esos monolitos llamados moais, es una corona de piedra roja, y el tocado se llama puka. Y puka en quechua es rojo. Finalmente como nota romántica y nostálgica, se recuerda la leyenda de la dulce Uho, doncella raptada por una mancha de quelonios marinos que la llevaría, navegando, al país donde nace el astro rey. El país, caso notable, estaba envuelto por un denso banco de neblina. Esta situación alarma a Uho quien teme adentrarse en una creciente oscuridad. Entonces, busca refugio en su captor, un príncipe amo de la tortuga mayor o balsa real (con caseta adosada) pues como las balsas, las tortugas viajan con su casa a cuestas. En la leyenda, el príncipe quien está llamado a ser monarca en su país, no se llama Tupa o Túpac pero es nombrado como Nahuna-te-Ra’a, nombre exótico que para sorpresa nuestra se traduce “Hijo del Sol”… Hoy en la isla de Pascua, acaso desde entonces, se denomina “tupa” a las torrecillas de piedra desde las cuales se espera y avista la llegada anual de las tortugas.
El príncipe regresó a su país con los vientos sures, en otras palabras siguiendo la corriente peruana o de Humboldt –verdadero río antártico que produce, por evaporación, la “camanchaca” o gran neblina temida por la bella Uho- y siguió por una costa orillada de pinnípedos hasta el reino del Gran Chimú. Allí, recogió mucho oro y, dejándose llevar por los vientos y las corrientes, arribó a su punto de partida en Manta. El gran periplo, el mayor y más importante viaje marítimo de la antigüedad peruana, había terminado. Lo último fue el desfile de la victoria, el ingreso triunfal de los expedicionarios al Q’osqo.
En cuanto al resto, la crónica es parca. Esta nos habla de fiestas y que el príncipe entregó a su anciano padre, entre otros trofeos, hombres negros (melanesios) y huesos y pellejos de unos animales semejantes a caballos (los pinnípedos o lobos marinos del litoral). Pero, más allá de la gloria y el jubileo, Túpac Yupanqui (como Colón respecto a América) nunca se supo descubridor de Oceanía.
Por la importancia de sus logros, Túpac Yupanqui es el gran hacedor de la antigüedad peruana. Décimo rey inca, segundo emperador del Tawantinsuyo, quinto señor de la dinastía Hanan Q’osqo. Casi todo el territorio que hoy es nuestro (como así el de Ecuador y el de Bolivia) fue forjado por él y sus ejércitos. Por tanto, es el mayor conquistador dado al mundo por la raza cobriza de América. Algunos, tratando de enaltecerlo, lo han llamado el Alejandro del Nuevo Mundo pero, a decir verdad, el cusqueño se expandió más que el macedonio.
Túpac Yupanqui fue un estratega excepcional y un estadista relevante. Quechuizó naciones, civilizó la cordillera y pretendió culturizar su mundo conocido. Los actuales límites del Perú se los debemos a él que los conquistó y a Francisco Pizarro que los resguardó. "Él hizo ocho campañas militares que son notables. Dos al Chinchaysuyo, dos al Contisuyo, dos al Collasuyo, dos al Antisuyo, terminó barriendo todo el territorio actual del Perú. Por el oriente navegó en las balsas ecuatorianas, las reprodujo en el río Amarumayo, que es el Madre de Dios y se fue hasta Bolivia y llegó hasta el Brasil. Y todavía mandó gente por tierra para que fuera más a dentro, donde estaba el río que todavía tiene el nombre de Paititi. Era un gigante en materia de conquistar. En sus tiempos partieron expediciones que llegaron a México. En este momento hay pueblos allí que se reconocen oriundos del Ande". Sus súbditos lo llamaban Túpac Yaya es decir, “padre de todos los hombres” por ser, según Garcilaso, “… el Señor que tanto los amaba y tanto bien les hacía”. También recibió los apelativos de Grande y Justiciero. Más querido que el mismo Pachacútec, llegó a ser reconocido como el mayor de los soberanos incas.
Este es, a grandes rasgos, Túpac Inca Yupanqui, el Resplandeciente, conquistador del Ande y emperador de los Cuatro Suyos, descubridor de Oceanía y junto a Pizarro, forjador del actual Perú.[1]
[1] Decimos esto pues el término Perú es una construcción puesta en circulación, tras el arribo al Nuevo Mundo de los conquistadores y colonos españoles; aunque con fines prácticos, muchas veces solemos hablar del Perú antiguo. Hoy en día sabemos que nuestro país es producto de la superposición de distintas corrientes civilizadoras, siendo dos de las más importantes la hispánica y la cobriza. Desde el punto de vista cultural, fueron Pachacútec y Pizarro, -personajes iletrados ambos-, los padres de la cultura peruana. Pachacútec es el promotor de la cultura andina y Pizarro es el promotor de la cultura occidental. Ahora bien, según el profesor Del Busto, los personajes que más han contribuido a cimentar -consciente o inconscientemente- la idea de nación peruana, son: Pachacútec, Túpac Yupanqui, Francisco Pizarro, Garcilaso, José Gabriel Túpac Amaru, Juan Pablo Viscardo y Guzmán, Ramón Castilla, Miguel Grau, Francisco Bolognesi y Andrés Avelino Cáceres. Según su parecer, al cual suscribo, son los que más han hecho por la peruanidad, directa o indirectamente.
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