17 mayo 2007


APUNTES TRAS RAPIDA LECTURA DE LA REVISTA CARETAS (Ed.1976)


Después de leer la entrevista a César Hildebrandt, efectuada por Carlos Cabanillas para “Caretas”, a raíz de la presentación de su libro “La Cámara del Terror”, unas impetuosas memorias televisivas de César Hildebrandt, trato de rescatar y trasladar a mi presente, algunos de los hechos mas notorios de corrupción que se perpetraron durante la década infame de los años 90. Precisamente, uno de los fines de la publicación del libro es “recordarnos el fujimorismo. Recordarle a la gente cuán miserable fue ese gobierno, cuán repugnantes fueron sus voceros, y cómo envileció la democracia”. Recordarnos de cómo los medios de comunicación fueron “podridas por Montesinos, y acobardadas por sus intereses”.
Existe –por suerte- un descomunal y nada agradable material de casos de podredumbre en el cual estuvo inmerso la sociedad peruana a raíz de la degradación y ultraje de la Democracia, y de cómo los medios de comunicación participaron de manera activa abrazando esa causa. Si se quiere, a manera de reminiscencia para no ceder ante el olvido, lo que redactaré a continuación, será un humilde breviario, un breviario de esa podredumbre…

El rostro bifronte de la corrupción y el escándalo a lo largo de los años 90 tuvo en el Perú, un nombre: el fujimontesinismo. El ejercicio mafioso del poder, que subyugó a Jueces y Fiscales, que controló a la cúpula militar de aquel entonces, y a diversos parlamentarios –oficialistas y de simulada oposición-, además de alcaldes, periodistas, empresarios, artistas, deportistas, fuerzas vivas, y ciudadanos de toda índole, fue el sello distintivo de ese gobierno de facto, y que por suerte se dio a conocer gracias a la existencia de unos infamantes videos que el ex asesor presidencial Vladimiro Montesinos filmaba en secreto -mostrando los sobornos y las honras compradas- para fines extorsivos.
La difusión de uno de estos “vladivideos” el 14 de septiembre del 2000, propició la caída del régimen de Alberto Kenya Fujimori, quien dos meses después renunció desde el Japón a la Jefatura del Estado, al conocerse que su asesor tenía millonarias cuentas en Suiza. Los videos, abatidos como espada de Damocles contra sus propios gestores, involucraban, entre otros, a propietarios y directivos de medios de toda índole, los mismos que, en virtud de jugosas prebendas aparecían pactando con Montesinos en las cintas, con la finalidad de defender al régimen y la posterior e inconstitucional candidatura del ciudadano nipón Alberto Fujimori. Si lo permiten, voy a mencionar a algunos de estos inescrupulosos empresarios: Ernesto Shutz (de Panamericana Televisión, actualmente prófugo, con residencia en Ginebra), José Crousillat (de América Televisión, ya extraditado de la Argentina, y purgando su pena), Julio Vera (de Andina Televisión) Genaro Delgado Parker (de Red Global, sin condena y disfrutando sin culpa los favores que recibió), Eduardo Calmet del Solar (de Cable Canal Noticias y el Diario Expreso), Augusto Bresani (de los Diarios El Chino y la Chuchi), Samuel Winter (ex propietario de Frecuencia Latina) y los hermanos Wolfenson (de el diario La Razón, groseramente libres y aun vomitando en su periodiquito titulares gárrulos pergeñados por Montesinos). En realidad existen además, decenas, por no decir cientos y pecar de exagerados, de videos que involucran a periodistas, publicistas y conductores de programas de radio y televisión, seducidos y chantajeados al mismo tiempo por la omnipresencia del fujimorato. Estos videos, pues, revelaron el sistema instaurado por el gobierno fujimontesinista para controlar a los medios y a la prensa, sujetando de este modo el libre pensamiento y sacando de carrera a candidatos de oposición con posibilidades de ocupar el sillón presidencial, como fueron los casos del ex alcalde de Lima Alberto Andrade y del director del por ese entonces llamado Seguro Social, Luis Castañeda Lossio.

¿Cómo se pudo embobar y controlar a un pueblo? ¿Cómo un grupo corrupto y criminal pudo permanecer en el poder con el apoyo del pueblo?... El método sofisticado consistió en construir una realidad virtual, implantando y sosteniendo un escenario mendaz y colorido: el de los taimados titulares de los medios de comunicación. Por que no se trató solo de la televisión, que inventaba un país inexistente, un país prodigioso, a través de los propietarios de los canales de la televisión abierta y los conductores de programas de noticias y políticos; fue también la compra de los titulares, las primeras planas y las páginas centrales de los diarios “chicha”, diarios ultra amarillistas y más, destinados a la mayoría empobrecida del país, en los cuales se trataba de destruir la imagen y la honorabilidad de los escasos líderes intachables, de periodistas que no se plegaban a su tutela y sus maculadas dádivas, de imposibilitar que la oposición crezca ante la opinión pública e impedir que los ciudadanos y los jóvenes tengamos una imagen objetiva de la realidad.
Asimismo, a través de estos tabloides y pseudoprogramas televisivos se emprendió una campaña furiosa en contra del intelecto de la ciudadanía, atropellando flagrantemente todo vestigio de cultura y buen gusto con temas extremadamente chocantes que al decir de sociólogos comprados con unas cuantas monedas revelaban el gusto soterrado de nuestros segmentos de población eternamente postergados
El grado de manipulación de Vladimiro Montesinos y sus secuaces fue casi absoluto. La compra de los titulares de prensa, era la parte final de un proceso en el que intervenían desde los espías de los teléfonos intervenidos, los analistas del servicio de inteligencia, publicistas, periodistas, empresas dedicadas al estudio de la opinión pública y un importante grupo de directores y propietarios de medios que decidieron acrecentar su riqueza asociándose a medios ilícitos y cobrando dineros indebidos del Estado peruano. Es evidente que hubo un pensamiento, una inteligencia, una perversa estrategia y operadores crapulentos, para hacer realidad el sueño deplorable de toda dictadura siniestra: controlar a la gente sin que comprenda que es controlada; de someter al individuo mediante el control de su mente y la manipulación de sus deseos y su espíritu, pues, como escribí líneas atrás, junto a los titulares sangrientos y mentirosos encontrábamos a vedettes casi desnudas mostrando sus partes pudendas, mezclando política sucia con morbo sexual con el fin de controlar el poder. Controlar el poder ¿para qué? Simplemente con el fin de sustraer el dinero del Estado e imponer verticalmente una política económica neoliberal con la que se subastaba a los capitales con mayor capacidad de soborno –y con el cuento de que el Estado es pésimo administrador- las pocas industrias nacionales.
Cuando en Abril de 1992 el Presidente Fujimori dio el autogolpe, se inicio un proceso de intervención y copamiento de las instituciones del Estado. Inicialmente, el sector mas afectado fue el de Justicia. En aquel entonces, se nombró a una Comisión Ejecutiva para el Poder Judicial –Presidida por un alto oficial de la Marina de Guerra del Perú), y otra para el Ministerio Público. En los años siguientes fueron lentamente sustituidos funcionarios de justicia independientes por otros nombrados provisionalmente, quienes pagaron favores sometiéndose incondicionalmente a la causa gubernamental, terminando con la independencia del Poder Judicial. Este proceso, que se consolidó en el año 96 trajo como consecuencia la perdida de credibilidad total de la ciudadanía en la justicia. El sentimiento de inseguridad jurídica se generalizo en la población. La libertad con la que hasta ese entonces pudo desenvolverse medianamente la prensa, hizo que los periodistas pasaran a cumplir el rol fiscalizador que las instituciones del estado no cumplían y, a la vez, convertirse en los canalizadores de muchas de las quejas y denuncias de la ciudadanía. De alguna forma se buscaba compensar la falta de justicia o la poca esperanza en esta, con la denuncia. Adicionalmente, la corrupción y el accionar deplorable del SIN –que incluyeron espionaje telefónico contra políticos y periodistas, atentados y asesinatos incluso dentro de las propias filas del SIN (Leonor la Rosa) a aquellos agentes identificados como fuentes de prensa-, fueron materia de documentadas investigaciones periodísticas que minaron las relaciones entre el gobierno y la prensa.
Con el fin de evitar las investigaciones de prensa, el gobierno presionaba a los medios de comunicación a través de las empresas anunciantes con la amenaza de ser “visitados” por funcionarios de la temida Superintendencia Nacional de Administración Tributaria (SUNAT). Además amenazaban con retirar la publicidad estatal; en el año 99, para citar un ejemplo, entre enero y mayo, el estado, según la revista Caretas, aparecía como principal anunciador de los medios con 16 millones de dólares, seguido de lejos por una conocida empresa fabricante de cervezas, con una inversión de 6 millones de dólares.
Pero si esa amenazas no funcionaban, muchos periodistas de investigación de la prensa escrita y de la televisión, que indagaban la corrupción en el gobierno o la confabulación entre narcotraficantes y militares fueron intimidados con juicios por difamación, detenciones, arrestos domiciliarios, y en caso bien conocido, la revocación de la ciudadanía de un propietario de televisión con el fin de quitarle su canal por el solo delito de haber mostrado en su señal abierta de televisión documentos de inteligencia que eran destinados a hacer un seguimiento, entre otros periodistas, a los directores de los diarios “La Republica”, Gustavo Mohme, y el Comercio, Alejandro Miró Quesada.
Periodistas de estos dos diarios, del canal de televisión por cable Canal N, y de la revista “Caretas”, medios que no se plegaron a las demandas de Fujimori-Montesinos enfrentaron hostigamientos y acosos judiciales, primeras planas que los injuriaban e insultaban tratando de denigrarlos. Ángel Páez (de “La Republica”), Fernando Rospigliosi (de “Caretas”), José Arrieta (periodista de investigación de Frecuencia Latina), Cesar Hildebrandt, Cecilia Valenzuela entre otros, fueron blanco de ataques y descréditos por parte de la prensa adicta al régimen por el solo hecho de no coludirse con ellos.
Después de la aparición de los vladivideos, muchas denuncias sobre corrupción en la judicatura-la legislatura-y los medios-, torturas-secuestros y asesinatos perpetrados en cuarteles o en distintos puntos del país, en fraudes e incentivos tributarios, lavado de dinero, tráfico de armas, y compra de voluntades, reivindicaron a la prensa independiente y a quienes tuvieron la valentía de no someterse a la mafia y lucharon para que la honradez, la libertad y la decencia priven en el país.

El valor de los vladivideos, de estos materiales fílmicos, tienen un valor doble: son elementos inobjetables probatorios de la red delincuencial que gobernó el país durante diez largos y oscuros años; pero además, constituyen la base para empezar el saneamiento ético de la nación. Además, quizás sin quererlo –aquí quiero pecar de ingenuo-, denuncian ataques y amenazas por parte de gobiernos que emplean cada vez métodos más sutiles para amordazar a la prensa, como actualmente sucede de manera larvada en Venezuela o en la Argentina…
Se sabe, que cuando la libertad de prensa retrocede o padece restricciones no tardan en desmoronarse la convivencia democrática y el estado de derecho.

16 mayo 2007




CUSCO

Y EL CORPUS

CHRISTI




Actualmente no podemos negar la eficiencia y éxito de las políticas agrupadas bajo el rótulo de “extirpación de idolatrías”, ejecutadas por la curia católica en tiempos del virreinato. Pero, tampoco podemos ocultar que parte de la esencia de las religiosidades andinas se vigorizara pese a la desaparición de las burocracias religiosas indígenas y de los artefactos de sus rituales y ceremonias. Las religiones sobrevivieron clandestinamente refugiadas en la conciencia íntima del hombre andino y en una cosmovisión ligada, inevitablemente, a la naturaleza y a los ciclos vitales.
Sin embargo y con mucha frecuencia, estas religiones se fueron filtrando (y viceversa) en el aparato cultural promovido por el catolicismo, dando origen a un horizonte axiológico nuevo donde entrarían en contacto “elementos paganos” y las manifestaciones sacras impuestas como viables y legítimas. Ejemplo de ello son aquellos parajes donde ahora se adora a una cruz pero que bajo la misma perdura, en realidad, el culto a los apus, encarnados en las cumbres de las montañas, como tal es el caso del Señor del Q’oyllor Ritti. Ejemplo de ello es también el Corpus Christi cusqueño; procesión que en su organización repite viejos patrones incaicos del culto a los antepasados (las momias).
Este sincretismo, amalgamiento o hibridación, a simple vista, representa el triunfo del cristianismo; pero, hurgando un poco más la maraña de símbolos y ritos pertinentes, observamos la poderosa presencia de lo andino perviviendo como una fuerza no oficial en lo más hondo del inconciente y del imaginario colectivo de los peruanos. Surge, en el seno de estas coordenadas, el Corpus Christi cusqueño; bacanal que, para muchas mentes adscriptas a la cultura occidental, se aparta de una concepción de lo divino tenida como única e inalienable. De este modo, los estudiosos del rubro suelen encontrase con juicios de carácter subjetivo que en más de una ocasión escapan de la rigurosidad del método de las ciencias sociales. Teniendo en cuenta los preceptos religiosos imperantes (que rozan con frecuencia investigaciones de esta naturaleza) solemos encontrarnos con un mundo construido en base a silencio, dolor, temor, culpa, sumisión, etc., y donde lo tenido por correcto lejos de decantar de una convicción espiritualmente verdadera se infiere a partir de un hecho de violencia (la imposición). En este contexto no pocos tienden a desvirtuar aquello capaz de subvertir el ordenamiento de una hegemonía que entre sus diversos instrumentos de sometimiento, el religioso es uno de los más efectivos. Por esta razón, muchos visitantes creen percibir dentro de este ritual hechos emparentados más bien con el descontrol (baile, canto, bebida, fuegos artificiales, etc.) y no mucho con la austeridad predicada por el cristianismo. A estos, más de un entendido les podría replicar que, pese a la impregnación, el hombre quechua supo vivir aproximándose de una manera distinta al orden de lo divino (de lo vivificante); instancia que, lejos de cohibirlo o consternarlo, es desde siempre motivo de satisfacción, al saberse parte de un universo donde desarrolla un rol fundamental: el de obrar de nexo entre lo terreno y lo celeste.
El Corpus Christi cusqueño, celebrado 60 días después del Domingo de Resurrección, resulta una suerte de continuación de las fiestas incaicas y una fecha fundamental pues obra como clivaje entre el Q’oyllur Ritti (o de Cristo-Inkarri) y la del Inti Raymi. Esta procesión de santos y vírgenes de las parroquias del Cusco, convoca a miles de fieles año tras año. En la actualidad son 15 imágenes las que salen en andas labradas desde sus respectivas iglesias para hacer un recorrido por el perímetro de la Huacaypata o plaza principal de la ciudad imperial.
Reza la tradición que las andas de San Antonio Abad, San Jerónimo, San Sebastián, San Blas, Santiago Apóstol, San Cristóbal, Santa Bárbara, San pedro, Santa Ana, San José, de la Virgen de los Remedios, de la Virgen de la Almudena, de la Virgen Purificada, de la Viren de Belén y de la Linda de la Catedral, son colocadas desde el día anterior en las naves laterales de la Catedral. Pero, es la imagen de la Inmaculada Concepción de la Catedral la anfitriona de las imágenes que llegan un día antes con sus ropas de viajeros. Ella recibe el nombre de la Linda por su singular belleza y es la encargada de cerrar la procesión.


La fiesta se inicia propiamente cuando (luego de ataviar a vírgenes y santos con las prendas más bellas y con joyas valiosísimas) el domingo de Pentecostés, once días antes del Corpus, la Virgen de Belén deja su templo y, en hombros de los fieles, marcha a la iglesia de Santa Clara.1
El miércoles, la víspera del día central, las imágenes de muchas iglesias, inician a su vez el recorrido a Santa Clara, punto de encuentro de los íconos itinerantes. Desde ese lugar, a eso del medio día, arranca la procesión de entrada al Corpus. Cada creyente sigue a la imagen de su devoción que, en descomunal algarabía, es acompañada por los mayordomos, bandas de músicos, cuadrillas de danzarines y el tronar de las bombardas. Dos horas después, las imágenes ingresan una a una en la iglesia matriz, de donde saldrán al día siguiente para la procesión del Corpus y donde permanecerán a lo largo de una semana en la que serán visitadas por miles de creyentes.
El jueves, desde tempranas horas de la mañana, decenas de miles de personas se congregan en la plaza de armas para ver la procesión. Cerca del mediodía, el espectador tendrá a bien observar una impresionante carroza de plata –verdadera obra maestra de orfebrería- en cuyo templete ha sido colocada una custodia con la imagen del Santísimo Sacramento.
Luego de esta abigarrada procesión que combina un colorido deslumbrante con “una manera muy mundana de vivir la fe”, visitantes y lugareños podrán ir a la calle Plateros para deleitarse con el tan mentado chiriuchu o ají picante frío (potaje típico cuyo ingrediente principal es el cuy al horno acompañado de maíz tostado, cecinas, gallina frita, productos marinos como algas y hueveras de pescado, torrejas, salchicha y mondongo, dispuestos al modo de las ofrendas que los incas hacían a sus dioses), y comprar en la feria de frutas, productos procedentes de las zonas tropicales comercializados solo por esa ocasión, como el pacae, la caña de azúcar y las peruanísimas lúcuma y chirimoya.
Si el visitante se contagia del jolgorio de los lugareños, de seguro que beberá chicha de maíz o cerveza Cusqueña y no volverá a sus aposentos hasta bien entrada la noche, después de haber celebrado, a su medida, esa apoteosis de vida denominada Corpus Christi cusqueño
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