23 enero 2008

PROMOCION PEREZ DE CUELLAR


"Sí, es posible que no crezcamos, que aunque nos hagamos viejos, sigamos siendo los niños de siempre. Nos recordamos como éramos y sentimos que somos los mismos. Nos convertimos en lo que somos, pero seguimos siendo lo que éramos, a pesar de los años. No cambiamos por voluntad propia. El tiempo nos convierte en viejos, pero nosotros no cambiamos." PAUL AUSTER - "LA INVENCION DE LA SOLEDAD."




Norberto L.C. escribió que: "recordar es una forma de encontrarse", que "recordar es asir con palabras e imágenes el instante que fuimos y que no volveremos a ser". Esta frase, que leí hace mucho en una de las numerosas hojas sueltas que tiene el autor, actúa -ahora que lo desentierro de algún linde de mi memoria- como un disparador, como un catalizador de imágenes que vivifica un conjunto de recuerdos héticos que creía perdidos...


Cuando evoco -en los solitarios espacios de mi casa- de cuando en cuando surgen de las medianas arquillas de la memoria, olores de madera, murmullos de río e imágenes leves de criaturas alojadas en las dársenas de mi subconsciencia. Elijo un hato de presencias dispersas sobre apachetas fantasmagóricas para centrarme en la evocación y tratar de encontrarme con algunas voces del ayer, con algúnos grupos de sombras risueñas de los años ochenta a quienes me gustaría volverlos a ver…

En este perecedero ejercicio de la memoria evoco los nombres de algunos amigos y compañeros de la secundaria, a todos esos buenos muchachos con quienes alguna vez disfrutamos del acontecer calmo de los días. Recuerdo a "Shonsho" Alvarado Cabrera, al “Piojo” Álvarez, a “Ship” José Enrique Argandoña Nieves, a Miqueas “El Puma” Alejandro Carhuamaca, al “Feo” Atachagua, a los dos “Caballo”: Cabanillas Castro y Cabanillas Morales, a “Canacho” o "Sufrido" Canales Aguirre, a Rollin Aurelio Cruz Malpartida, “Ratita” Gargate, Saúl Armando “Chabela” Chávez Estrada, Duncker “El Perro” Medina Rojas, “Draculín” o “Buck Rogers” Lucero Núñez, “Pechito” Gasca, “La Boa” Zevallos Salas, Pío “Pollo” Palomino Malpartida, “Jimitus Pajeritus” Díaz Majino, “Abuelo” García Nieto, Charles “El Tunchi” Rodríguez Pautre, “El Negro” Chacón, “Pajarraco” - “Tuco” o “Tucán” Carlos Humberto Benancio Cisneros, “Doble Pechuga” Barbarán, “La loca” Briceño, a los dos “Picacho” David y José Carlos Morales Ulloa, a Elvis Mora, a Ruiz Bustamante (Maestro y guía boy scout del barrio “San Juan Cuchillo”, barrio ubicado en las cuadras dos y tres del Jr. Seichi Izumi), “El Chino” Simón Antonio Morisaki Cántaro, “Richie” Waldir Richard Vilca Ferrer, Félix “Estrella” o "Pochola" Vega Palomino, Boris “E-T” Martínez Lavado, Melvin “El Ciego” Troyano Martel Salguero, Wilder “La Zuca” Lino Sumarán, “Mosca Loca” Meza Palomino, a William Peter Shedan Sánchez, Ruli Salazar, “Bemba” Pajuelo, Wilson Pajuelo Isidro, a Jhon Criollo Timoteo, a “Saraca” Peña, Alain “Pegy” Egoavil Portillo, a “Biuti” Reinoso Calderón, Percy Fabián Manzano, a un tal “Llorón”, a Carlos López Chamorro y al “Gato” Víctor Hugo Cachay Cachay, todos con sus ahora perdidos rostros de adolescentes, chibolos que por aquellos años teníamos proyectos de construir algo distinto, de descubrir o elaborar algo monumental que nos rescate del olvido...

Después de más de dos décadas de haber abandonado las aulas del “Leoncio Prado”: ¿Qué podemos decir del colegio que nos cobijó, de la institución que nos brindó algunas herramientas para enfrentarnos a la vida, de esa extraordinaria entidad pública que nos dio una formación pluralista, democrática, igualitaria, y además solidaria? ¿Qué enseñanzas nos quedan de aquellas vertidas por varios admirables maestros en los salones de este establecimiento educativo donde estudiamos y comulgamos los hijos del alcalde y del general, del pastor evangélico y del profesor, del vendedor ambulante y del abogado, de los pobres y de los sectores acomodados, de los campesinos y los citadinos?... En mi caso solo puedo y debo decir gracias, gracias en bloque, ya que en la GUE Leoncio Prado, uno de los colegios más antiguos del Perú, transcurrieron muchas horas de mi infancia y buena parte de mi inveterada adolescencia. En su viejo solar de principios de la república cuya puerta principal da a la calle General Prado estudié los primeros dos años de mi educación secundaria. En el patio de ese predio cercado por unos edificios con techos de vetustas tejas a dos aguas, reí y corretee como nunca en las horas del recreo y en algunos cursos de verano que se dictaban por aquel entonces… Idealizado y visto en retrospectiva por muchos ex compañeros de aula – a los cuales me sumo- fue quizá uno de los mejores periodos de nuestras vidas y en los cuales fuimos actores de muchas anécdotas que luego referimos con alguna pizca de exageración o con algún aditamento extra en los periódicos reencuentros de ex alumnos. Fueron años de aprendizaje, de juegos y despertares, años que la nostalgia se ha encargado de barnizar con un matiz de felicidad y optimismo desmedido. Hace bastante que no tengo noticias de la suerte corrida por buena parte de los que integramos la promoción del 5º año “A” denominado “Javier Pérez de Cuellar” -vaya uno a saber porque-, solo sé que del tercero al quinto año de media tomamos por asalto el pabellón principal del añoso y querido colegio edificado en los crepúsculos de la mitad del siglo pasado…


Retomando la tarea de rememorar a medias la lista de la muchachada integrante de la promo del Quinto año “A”, a pesar de haber frente a mí desfilado tantos años sin perder el aliento, tantas imágenes y costumbres, noticias y saudades, a muchos los recuerdo con nombres y apellidos, a algunos solo por sus apellidos y a otros solamente por sus apodos de aquel entonces... Curiosamente retengo los nombres de otros compañeros de ruta: al “Capitán Cavernícola” Carlos Segundo Crosby Melgarejo, a “La Ñaña” Aguirre, a la "Huachua" Berrospi, al “Petiso” Benedetti, a Cárdenas Chalco, a Freddy “Moco” Díaz Díaz, a “Tic Tac” Alarcón, al “Gordo” Buendía, al “Chancho” Ojeda, a Padilla “Raspadilla”, a “Locumbeta” Palacios, al "Mono" Cántaro Andrade, a "Labios bellos" o "Labello" Zevallos Fretell, a un tal Guzmán y otro tal Carrasco… En la relación de compañeros y amigos de la Promoción "Javier Pérez de Cuellar" me faltó incorporar al celebérrimo "Loro" Luis Alberto Mendoza Facundo, el "capo mafia" del Barrio San Pedro, que junto a los muchachos de "Qori Taki", del coro de la iglesia, y la gente de Rivera-Schereiber (alumno del Quinto “B”, Brigadier General del Colegio, junto con Jorge Torres Marini), hacían de las suyas en las esquinas del Jr. Mayro y Leoncio Prado. "Loro" Mendoza reía a mandíbula batiente y de manera contagiosa, su "¡wa-ja!,je, je, je, je, je..." fue un clásico en las aulas que compartimos; ¿Que será de él, que será de los otros de los cuales he perdido el rastro? Me gustaría tener noticias de ellos, saber que fue y es de sus vidas.



Antes de finalizar es necesario expresar –quizá parezca reiterativo- que, durante el largo y mágico paréntesis de la infancia y en el despertar de nuestra juventud, un profuso número de huanuqueños concurrimos al “Leoncio Prado” -institución educativa al cual muchos pertenecemos por afectos y otros tantos por las dudas-, para instruirnos y recabar la suficiente información y las herramientas necesarias con el cual hoy enfrentamos el presente, y, fraguaremos o confrontaremos sin duda el futuro. En el Colegio -que consideramos tan nuestro, como un brazo o un pulmón- tejimos historias, vivencias, decires, discursos, estratagemas e ideas que creíamos renovadas y superadoras; y construimos y urdimos deliberadamente leyendas y anécdotas incluyéndonos en ellas por el solo hecho de compartir momentos, afectos y vínculos, circunstancias y experiencias, que hoy son todo un cúmulo de imágenes que entrevemos rezagadas en el tiempo, u olvidadas en algún lugar del sueño de la memoria. Como lo escribiese Paul Auster en su novela “La habitación cerrada”, todo esto ocurrió “hace mucho tiempo. Crecimos, nos fuimos a distintos sitios, nos distanciamos. Nada de eso es extraño... La vida nos arrastra de muchas maneras que no podemos controlar y casi nada permanece con nosotros”… Entre los restos de ese "casi nada" están esas pequeñas historias de los remotos territorios de nuestras infancias y adolescencias, que fueron, son y serán, argumentos suficientes para recordar y ser recordados o evocados por cada uno de nosotros mientras respiremos, en donde quiera que vivamos…

11 enero 2008

RÉQUIEM PARA ZITA


Ella murió tantas veces bajo el otoño frio de Córdoba. Se inmolaba cada vez que podía tratando de rescatarme de las garras de la soledad y la melancolía. A veces, solo a veces, me encontraban sus manos de los cuales me asía para escapar de esos reinos sórdidos y grises. Esas fugas y mi renuencia por volver a esos territorios habitados por mí, solo subsistían unos pocos días o unas cuantas horas; de poco valía refugiarme en el inmenso amor de Zita, o cubrirme con sus labios de seta escarlata, escudarme con sus pechos tan grandes y blancos como el Huayhuash o sumergirme en sus ojos de cielo y tierra… Ella fue mi ciudad tranquila impregnada de aire de mar y rio, fue mi espacio donde disfrutaba la deliciosa lentitud de las horas y de los días. Ella fue una canción bajo los pórticos de una penumbra a la cual me asía para guarecerme de las nieblas de la profunda soledad que desde siempre me hostiga. Sus ojos fueron una ráfaga cálida en los días calmos de mi vida, a veces también fueron los candiles tibios que iluminaban las calles frías de mis noches.
Zita, de niño creía que los que se morían eran siempre los otros, aquellos a quienes no conocía o no quería lo suficiente, y a medida que iba creciendo fui subordinándome a la certeza de que la muerte es tan inevitable como la vida; es un concepto que se admite con un sino de resignación y lejanía, pero cuando ese acontecimiento llega tan de golpe, sin rodeos y sucede tan cerca de uno, la sensación de un gran vacío y pérdida se instala en nuestro interior de manera profunda y dolorosa … Zita, desde tu partida, se que algo en mi ha muerto junto contigo, desgarrando y resquebrajando por dentro la mitad de esa ciudad repleta de esperanzas que construimos en los ingentes espacios imaginarios de nuestras vidas… hay unas ruinas y unas sombrías desolaciones en las calles de esa ciudad que serán imposibles de recuperar; es una urbe muda y parece tan vacía y tan opaca que parece un enfermo ausente y terminal… como esa ciudadela, se que muero, Zita, de a pocos y de a pedacitos día a día.
Vivo a una cuadra de una iglesia al cual nunca me animé a ingresar, ni siquiera por curiosidad; cada vez que sus campanas tañen siento que lo hacen con una cadencia herida y melancólica. Doblan las campanas y pienso en ella, en lo mucho que la quise. Alguna vez le dije que no sería mala idea envejecer con ella a mi lado… Ha pasado todo tan de prisa desde el día en el cual te marchaste Zita, que aun quiero creer que estás de viaje y que regresarás en uno de estos días. Es una idea recurrente y balsámica, pero lo cierto es que te extraño demasiado, y esa es una de las razones del porque todos los días voy a dejarte unas flores en el lugar que yaces… Te extraño muchacha alegre, te extraño y mucho.

07 noviembre 2007

“LA VIDA ES COMO SI ME GOLPEASEN CON ELLA…”

Me va ganando el desgano en estas semanas de tedio y de té. Nada parece tener importancia, nada logra despertar mi atención, o casi nada. Como un animal que agoniza, mis ojos tienen el brillo turbio y mortecino que confiere el saber que aquél momento no querido esta por ocurrir. Si llegase ahora, no me inquietaría demasiado, solo, solo que tal vez partiría dejando algunos asuntos pendientes, unos negocios por resolver... En días como estos –grises, ríspidos, agostados y asfixiantes- para escapar de la monotonía y la repulsa al cual me engarruño, me dejo atrapar por las evocaciones de algunos paisajes que alguna vez habité. Lentamente, las imágenes se vuelven nítidas, mas profusas y llenas de vida, ya que rememoro con fruición los paisajes de mi infancia, aquellos años en los cuales fui intensamente feliz (no es que ahora sea un maldito desdichado, solo que tal vez mi capacidad de disfrute haya sufrido una merma por el paso de los años); atrapo minutos, fragmentos de felicidad que surgieron del regazo y de los brazos de mi madre, mujer cuyo amor inmensurable y primigenio disfruté como pocos; sus ojos, sus manos, su boca, eran fraguas y usinas de afecto y dulzura; la armonía de su voz y su ¡pero, hijos! son derroteros que aún hoy me contienen, son lazos que aun me atan a la vida y a sus embrollos....

Pero ahora, sin perseguirlo, partiré rumbo a otra digresión, a la posible causa del quebranto de mi demacrada atención –que por ahora no tiene cura-... Si bien es cierto que aún poseo una conciencia en franca ebullición, en motín extravagante, parecía que hasta hace poco nada estaba bien para Zita (permítanme hablarles de ella)... Ella siempre fue honesta, sin medias tintas, sin aspavientos. Para Zita se era o no revoltoso, se tenía o no conciencia social. Y lo mejor, es que lo expresaba de manera tan firme y convencida, y con cierto candor, que la hacía verse fatal.

-Me enseñaron a tomar siempre una decisión, Richard, no se debe andar con vueltas...
-Ya lo creo Zita, eres mágica y especial, recuerdo haberle dicho, mirándole a los ojos, cuando cierta tarde de otoño caía desangrándose bajo el tajo voraz de la noche; fue un encuentro oportuno, ya que después de conversar y beber varios tragos de fernet con coca cola, nos dimos unos besos antes de marcharnos del pub. Salimos a caminar... Caminabamos zigzagueando las calles, hablando de Miles Davis, Córtazar, Nureyev, De Chirico y Mariátegui, hablamos también de nosotros y de algunas cosas cotidianas. Tenía una mente vivaz, ágil, resuelta para relacionar ideas, y, su humor ácido fue lo que mas disfruté. La amé desde ese día. Zita, Zita... La amé por que tenía una fuerza interior que la volvía vigorosa, en contraste con la fragilidad de su contextura. A primera vista, no llamaba tanto la atención, a pesar de sus ojos encastrados como esmeraldas en su rostro y de sus labios que pendían como purpúreos lienzos de seda en su faz. Tuvo, y tendrá, cierto hechizo, y una apostura singular... “Después de conocerla nunca la olvidarás”, me dijo Renata, una amiga suya. ¡Y cuan cierto fue! No logré olvidarla, no podría... ¿Hace cuanto se marchó?…Pensé que los días, el áspero alcohol, los libros de mis anaqueles, los labios de otras mujeres, me ayudarían a aliviar el dolor que produjo su partida, esta dolencia intensísima que sin querer me legó, y unos vacíos imposibles de llenar... No la he olvidado, no... Ya no podremos deambular en las verdes campiñas de Huánuco del cual siempre hablábamos, ya no podremos caminar juntos sus callecitas angostas pobladas de tradición y melancolía que ella prometió conocer, ya no oficiaré de cicerone en las ruinas de Shillacoto, de Kotosh, de Garú, o en la casa de la Perricholi... Ya no será posible comer locro de gallina en alguna chingana o en un restaurante regional... Me hubiese gustado bailar con ella en la cofradía de Miguel Guerra, conocer a Virgilio López Calderón, beber “Shinguirito” o “Shacta Souer” en la compañía de Julio Falcón, Cinicio López, Andrés Cloud y Norberto Walt... Hay tantos sueños que quedaron truncos que, relegarla, olvidarla se hace imposible. “No la olvidarás”, me dijo Renata y –repito- cuan cierto fue, la llevaré conmigo aún cuando ya nadie en la tierra recuerde que existí alguna vez...
Rememoro el brillo en sus ojos cuando discutíamos sobre Kelsen, Freud y Foucault, era, era como si estuviese en un banquete; se relamía discretamente los labios, se desordenaba los rulos con el dedo índice, naturalmente, y como quien no quiere la cosa se dejaba llevar por los sabores y aromas de los "platos" servidos en mesa; era una gula bendita para ella hablar sobre ellos, de sus interpretaciones particulares, ah! era divina... Zita, aun te hablo como si estuvieses aquí, como si no hubiese ocurrido aquél accidente fatal… Zita, hay un verso de Pessoa que quiero asociarlo contigo, con tu partida: “Entre yo y la vida (Zita) hay un vidrio tenue. Por más nítidamente que yo vea y comprenda la vida, yo no la puedo tocar”.... Zita, me va ganando el desgano, y nada parece tener importancia sin ti, nada, nada Zita... A lo Pessoa, siento que “la vida es como si me golpeasen con ella”.

05 noviembre 2007

EL REGRESO DEL MUERTO VIVO; VIVISIMO…


Horacio Cánepa Torre, uno de los rostros más emblemáticos de la corrupción política regional de los años 90, acaba de reaparecer en una nota –parece un publirreportaje- del Diario Hoy. Célebre por haber participado en el fraude electoral conocido como “Huanucazo”, que tenía como fin abultar la votación preferencial que beneficiaba a otro corrupto e hijo’eputa llamado Víctor Joy Way, se dedica ahora a despotricar a nuestros congresistas inútiles y buenos para nada con la frescura y la conchudez de campeonato que siempre lo han caracterizado. ¿Con que autoridad moral, con qué ejemplo de integridad ética y con qué medida de honestidad intelectual juzga este maculadísimo corrupto y ejemplo de lo que no se debe hacer en la res pública?
Si bien es cierto que Cánepa fue absuelto por la Corte Suprema de Injusticia, en una resolución rubricada por entre otros, el juez montesinista Alejandro Rodriguez Medrano -más conocido como “el Chino”-, no quedó ni quedará exculpado de la condena social que se merece por entre otras cosas haber sido parte de uno de los gobiernos más nefastos y corruptos que tuvo la historia peruana. Ahora reaparece, como si nada, como queriendo lavar su imagen, como diciéndonos: muchachos, ya pasó, olvídenlo, el pueblo huanuqueño se caracteriza por no tener memoria, acéptenlo, ya pasó y quiero preparar terreno para volver a ser candidato, y congresista si uds. no se molestan…
Cabe recordar también que, antes de haber sido declarado “inocente” por uno de los Poderes obsecuentes y dependientes de Vladimiro Montesinos, Cánepa tuvo la audacia de fugar del Perú colgándose el rótulo de “refugiado político”; prefirió huir y ponerse a salvo hasta mientras sus amigotes en el país preparaban su retorno con una sentencia absolutoria y favorable…
“Huanuqueño descarado” si los hay, se sube al escenario de la vida pública sin mediar pedidos de disculpas a la sociedad huanuqueña en su conjunto, ni mucho menos realizar algún tipo de autocrítica a su gestión ni a su pasado político vergonzoso como apéndice en las filas de la cleptomafiocracia del fujimorato
¿será huanuqueño este sinvergüenza?... Horacio Cánepa nos hace un flaco favor cada vez que habla; sería preferible que otros políticos y no él, que la ciudadanía en general y no él, que el periodismo sin ataduras ni mordazas y no él, fiscalicen, despotriquen, critiquen, aplaudan, aprueben o censuren a nuestros representantes que poco hacen por la región. Eso sí, “trabajan” mucho para engordar sus bolsillos: provecho Beteta, provecho Cajahuanca, provechitos Huerta Díaz…
Creí que Cánepa bien muerto estaba, a nivel político, pero su caradurez e híper conchudez junto a su desmedido afán de querer vivir a costa del erario público, de las mamaderas del estado, hacen que resucite y regurgite en cuanto foro haya, sus palabras gastadas, poco creíbles y desfasadas de la realidad.

MI PAIS



Te quiero país, callado, ausente y desmemoriado bajo los andes, crispado panza arriba, envejecido y quejumbroso como un grito ahogado y sin lumbre. Te extraño, por razones inciertas, por mi niñez sumergida en tus alturas, por tus sueños raídos y lleno de vientos; te quiero, empapado de héroes, de huainos, de reinos y tristezas de tilingo azotando sus malicias. Y sin vueltas, y sin arrebatos, oigo tus voces entre rótulos de Vallejo, Garcilazo, Guamán Poma, Palma, Mariátegui, Nicomedes, Churata, Arguedas, Ribeyro, Vargas Llosa y en las bocas de tus cholos, taitas y abuelas, y en la de aquel congresista mulato, y de tus maestros mestizos, de tus curas criollos, de tus generales y almirantes palidecidos, y de tus presidentes (prescindentes), jefes, tinterillos y golpistas de todos los matices, y en la de tus mujeres cuyos rasgos y fulgores de luna anidan en tus ojos de carnaval y sincretismo insaciable, país. Te quiero, aun mutilada y pobre, aun mineral y hosca... Cuando tengo ganas, aun sin voz y sin aliento, digo: soy un hombre del Perú, arrojado a la pesadumbre y la queja, al descontento y la revuelta, a la mueca incomprensible que excede con creces mi vitalidad y parsimonia, al dolor que produce en mi los desmanes y las heridas lacerantes que te causaron país -¡tus propios hijos!-: Construyeron gobiernos corruptos, débiles y turbadores, monumentos de papel, esperpentos constitucionales, calles desahuciadas que cobijan pobres, muchedumbres de desterrados y desplazados, huérfanos, exilios por hambre, problemas de aprendizaje por desnutrición, hospitales sin gasa y dignidad... Pero te quiero País, aun así, con tus diferencias y taras sociales, con tus tics de cojudo racialismo, con tus esteras graves que cobijan paciencia y hondos gritos desnudos y tísicos, y aquel aprismo, acciopopulismo, socialismo, tu afroindoamérica, cóndores, pillcos, valses, imperios, colonia, tus autopsias, indigenismos, vanguardias, ríos, escuditos y banderas de tus departamentos, huacos, tungsteno, selva, cebiche, pachamanca, chirimoya, aguaje, montañas telúricas, papa, mentiras minerales, Picaflor de los Andes, Lucha Reyes, Pinglo, Chabuca, Daniel, Humareda, Chávez, y aquellas máscaras de silencio y oquedad... Te quiero país, aun de luto y amargado, te quiero y te quieren, Perú, patria aun sombra de Imperio, melancólica y pétrea. Te quiero país, y estas ahí, callado, con tus llagas que sangran... Te quiero, esperanzado, con ganas y sueños, te quiero, y un fuego, un río o un nuevo mañana saldrá de este sentir...