NOSTALGIA II
Cuando después de atragantarme con Beethoven, Mozart, Bhrams, Berlioz, Stravinsky, Charlie Parker, Miles Davis, Coltrane, Bebo y Chucho Valdés, Astor Piazzola, B.B. King, Sui Generis, Charly García, Spinetta, Serrat, Chico Buarque, Djavan, Chabuca Granda, Ella Fitzgerald, Era, Vangelis, todo el repertorio del rock sinfónico, The Beatles, AC-DC, Rolling Stones, Nirvana; Pearl Jam, Río, Frágil, Hendrix, Edith Piaf, Héctor Lavoe, Tito Puente, Oscar de León, Mercedes Sosa, Zitarrosa, Atahualpa Yupanqui, Los Kjarkas, Savia Andina, Inti Illimani, Wayanay, Yawar, y una larga fila meritoria de artistas de distintas latitudes, cuyos trabajos me gustan, busco como poseído entre los “CiDís” y casetes sembrados en mi habitación una cura para mis nostalgias, para tanta orfandad junta… es entonces cuando fascinado escucho la voz chillona y desgarbada de “Shagapita” Huayta disparado por los altoparlantes del mini-componente que reina en mi habitación junto con una imagen ampliada de la fotografía icono de César Vallejo, o las arremetidas marciales pero sugestivas de “Los Hermanos Rivera” ejecutando los huainos “Cuando salí de mi tierra de nadie me despedí...” o “Huanuqueñita pretenciosa...”; o la voz quebrada de “Mito”, cantante de “Tarppun”, ensayando un añejo romance que habla de Huánuco; o cuando escucho a Richard Vilca Ferrer el líder de “Amauta” (Un grupo hoy extinto) engarruñándose a la guitarra como un hijo a su madre… O cuando me sumerjo al “Cóndor Pasa” el fox incaico, y las cashuas del venerable Daniel Alomía Robles; o cuando me dejo transportar a los paisajes mágicos esbozados por Francisco Pulgar Vidal, o cuando escucho unos no muy buenos pero entrañables “demos” de la “Orquesta Real”, de “Corto Circuito” o de “Los Quispe”-estrellas rutilantes del rock del interior- que mi hermano menor me enviase, inevitablemente, me dejo atrapar, asir, coger, agarrar, envolver, acariciar, invadir, por los aires y fragancias de una ciudad imaginaria, de un Huánuco envuelto en una bruma añosa que he conservado en mi memoria... respiro Huánuco, bebo, escancio, me embriago con una pizca de Huánuco, y con toda mi humanidad a cuestas, me contengo para no quebrarme, para, perdónenme la flaqueza, para no llorar a moco tendido, por los lugares, personas, situaciones, experiencias, pasiones y vicisitudes que viví cuando la habite... la extraño, y necesito beber Huánuco y más Huánuco inagotable, Huanuco y más Huanuco inacabable... extraño mi ciudad. A veces, a veces me sumo en una profunda tristeza, y es que –como lo escribiera un aeda- pertenezco a una raza sentimental que... y escucho también a “Los Walker´s” un grupo tropical de los 80, pero también a varios músicos que se mantienen en el anonimato, que tocan con vivacidad temas que escuché frecuentemente en la época de los carnavales huanuqueños, escucho los huainitos alegres que dejan entrever letras coloridas y zumbonas, letras que lastimosamente recuerdo de manera parcial, pero, por suerte, son bálsamos lo suficientemente fuertes para alimentar mi espíritu. También escucho temas de “Lauricocha”, apenas 3 de las 8 o 9 variantes de la danza “Los negritos de Huanuco”, y temas que a esta altura no sé a quien pertenecen, pero que hacen una remembranza a la carretera que hay entre Huanuco y Margos, o a “El Romancero”, un coche mixto de transporte que une o unía el interior de Dos de Mayo con Huánuco. Me encantaría escuchar a nuevos cultores de música Huanuqueña o al menos, ejecutadas e interpretadas por huanuqueños. El atavismo, las maneras de aproximarse a los instrumentos, las particularidades de cada intérprete y/o compositor están ligadas o enraizadas de manera invisible a los lugares que habitaron, que fueron parte de sus circunstancias, moldeando sus gustos y personalidades. La música, como las ideas, costumbres, comidas, bebidas, los modos de vestir o hablar, construyen y sostienen un imaginario social, una identidad, una pertenencia del yo-nosotros y del otro a un espacio vital, a un lugar... Huánuco, confieso, es la ciudad que amo y odio profundamente; es un sentimiento inextricable que permanece en mí, de manera fuerte e invariable, inalterable a pesar de la distancia, pero, a medida que pasan los años se torna mas y más intensa, mas y más sólida y vívida. Alguien se podría preguntar, ¿Cómo es posible que alguien ame y odie un mismo “objeto-lugar” de manera simultanea, si no es un sin sentido unir conceptos antagónicos, que se anulan...? ... Pero creo, sostengo que, así como acepto las taras y aciertos de la ciudad, (concibo a la ciudad como un ser social, como la extensión de nuestras individualidades) no la puedo asir solo en bloques o compartimientos estancos. La acepto íntegra, la amo y la odio con la misma intensidad, por que sé que es esa la única forma viable de abarcarla, de poseerla por completo. O quizá, como lo escribiera un respetable vate con relación a su ciudad, no sea el amor lo que me ate a Huánuco, sino el espanto –pero por eso mismo, remataba el poeta- será por eso que la quiero tanto.